Nochevieja "PTV"


Creo que alguna vez ya os he contado que en mi casa siempre hemos sido mucho más de Reyes Magos que de Papa Noel u Olentzero y es que antes de meternos en la última noche del año (sé que es adelantarme más de medio mes, pero como que el próximo viernes nadie va a estar por la labor de leer el TEVDA ¿no?) me gustaría contar un par de anécdotas relacionadas con estos días de regalos, banquetes y de más (excesos).

Hace muchos años que el día 6 de enero a mi hermano Iñaki y a mi nos gusta ir a la misa de 12.30h de San Juan Bosco ¿por qué? Pues por que desde siempre han estado presentes SSMM y porque de pequeños los niños antes de finalizar la misa subíamos a contar qué nos habían dejado los Reyes allí presentes. Daba respeto, y un poco de corte, pero como uno es un “echado pa´lante” siempre era de los primeros en subir a decir al menos una cosa que nos habían echado.

Tendría seis o siete años cuando eran los curas quienes salían a buscar a los niños para sacarlos al altar cuando me dijeron si quería salir y, dije que sí. El párroco de entonces, José Simón, fue quien me preguntó a ver que me habían traído los Reyes la noche anterior y yo, con mi soltura natural dije que “una pancha”. ¡Y me quedé- nunca mejor dicho- tan pancho! Cara de poker del cura hasta que el párroco actual, Xisco, dándole vueltas a la cabeza, dedujo que había querido decir “plancha”. “Y una cosinita” añadí después, que no necesitó interpretación.

¿Un chico pidiendo cosas- como decirlo sin que se me mal interprete…- de chica? No sé si en ese momento a la gente le dio por pensar enrevesadamente pero lo feliz que era yo “panchando” y “cosinando” no me la quitaba nadie. En la actualidad bien sabéis que me encanta cocinar porque me libera del estrés del día a día en el trabajo, lo de “panchar” ya es otra cosa y muy mal debo andar de ropa si me veis planchar alguna camiseta o algún que otro pantalón.

Y después de esta anécdota vamos a pasar a desgranar un poquito en qué consiste algo a lo que podríamos denominar como Nochevieja PTV (de Pamplona de Toda la Vida).

Porque la capital navarra cada 31 de diciembre, o más bien cada uno de enero (de madrugada), is different. Y es diferente por el mero hecho de que la gente en vez de vestirse de gala se disfraza. Uno, que tiene un sentido máximo del ridículo- creo que este año me disfracé en el cole de Barañáin porque los caldereros iban con americana y camisa elegante-, si sale sale de traje y con gafas de sol; queda muy bien decir eso de “voy de reportero de Caiga Quien Caiga” como le dije un año a Amaia González de Echávarri.

Porque a parte de eso yo creo que pocas son las cosas que cambian con respecto a otros lugares, municipios, pueblos (y concejos- que le diría a Laura Antón-).

La Nochevieja es un compendio de expectativas (normalmente fallidas) y un final de desayunar chocolate con churros a las 08.00h de la mañana si no has muerto en el intento y no has tenido que irte a casa antes.

Pero en realidad la última noche del año tampoco es “taaan” especial, más allá de que se hace una buena cena y se comen uvas a las doce de la noche. Mientras intentas comer las uvas se hacen chistes malos de fondo (con la intención de que mueras ahogado), y después se sale de fiesta. Pues eso, nada en especial. Excepto lo de morir por asfixia, que le da un toque de emoción a la noche. Por cierto… muchos también corremos la San Silvestre a media tarde.

Salir de fiesta no tiene por qué ser la única opción pero, por lo visto, es la que triunfa. El primer año que vas a salir de fiesta esa noche estás que te subes por las paredes. Sobre todo, si eres más joven de lo que es uno actualmente- ¿Qué tontería tan obvia esta que acabo de decir, no? Sigamos.- Pero en Pamplona todo es diferente, ya que haces los mismo que un 6 de julio pero con un ridículo disfraz- que quizás es de años anteriores- y con un frío que tampoco dista tanto- ¿para qué engañarnos?- de las frescas noches de San Fermín.

No sé por qué nos da por ir de bar en bar a esperar cuatro horas en la barra por un cubata hecho con alcohol de curar rebajado con un poco de agua y mezclado con Fanta Limón Hacendado. Si miras a los camareros, la gran mayoría o tienen párkinson o no han puesto una copa en su vida. Que tú tardas menos en destilar el alcohol y exprimir los limones de la huerta. Pero no te queda otra más que esperar. Y esperar. Y esperar. Pero es que “yo no salgo por la gente que vaya, con mis amigos me sobra para pasármelo bien”. Pues por lo visto lo que te sobra es el dinero, porque no hay motivo para escoger esos bares. Excepto uno: cuanta más gente hay, más posibilidades para triunfar.

Y es que las expectativas en Nochevieja- en Pamplona y en Honolulú (que diría mi madre)- suben igual que el precio de los langostinos. Que tú vas a pasártelo bien con los amigos, pero te has echado más colonia de la cuenta, por lo que pueda pasar. Que lo sabemos todos. Esa noche queremos comernos el mundo, y lo que solemos comernos es el suelo ¡vaya caídas! Que no sé exactamente qué es lo que esperamos, que nos vea nuestro ex y se eche a nuestros pies, que nuestra novia nos pida matrimonio, encontrar un décimo premiado de lotería... No lo sé.

Pero bueno, con el paso de los años vas aprendiendo y acabas comprendiendo que lo del disfraz es lo de menos. Total, para que acaben tirándote 46784 copas encima, tres colillas mal apagadas y te salpique (o no) el vómito de tu amigo… Es así, es lo que tiene la amistad, los chicos somos de señalar en la distancia riéndonos gritando “¡mirad! va a hacer el aspersor” y las chicas son más de “una sujeta el bolso y la otra el pelo”. En fin, somos “taaan”- esta vez sí- diferentes.

Y es que, en realidad, lo último que falta es controlar las expectativas, que puedes darte por satisfecho si a las ocho de la mañana estás tomando un buen chocolate con churros, que no sé quién lo inventó pero vaya mezcla explosiva vas a tener en el estómago. Así pasa después, que estás sentado en la villavesa- el autobús urbano de aquí- de camino a casa y ves por las ventanas como la gente se arrastra por las calles con la ropa hecha un asco, a lo Walking Dead.

Por cierto, aquí lo que pasa la última noche del año se quedá ahí, como en San Fermín, que lo que pasa del 6 al 14 de julio nunca llega a buen puerto y lo preferimos dejar ahí aun que excepciones conocidas “haberlas haylas”, para qué vamos a dar más explicaciones…

Y nos vamos, deseándoos de todo corazón que paséis una muy feliz Nochebuena y Navidad en compañía de la familia, que os cuidéis mucho en Nocheveja y en Año Nuevo y que seáis lo suficientemente buenos como para que el día 5 nos tengamos que poner nerviosos tras la Cabalgata por si el día 6 cae el enésimo pijama que no usaremos- porque dormimos con una de esas camisetas viejas- o un nuevo par de calcetines de esos que te hacían tanta (irónica) falta.

Y es que, haciendo otro paralelismo con San Fermín, la noche del 5 de enero tiene mucho que ver con la del 5 de julio. El 5 de julio te vas a casa cuando termina el concierto de Los 40 en la Plaza de Castillo porque el día 6 antes de que a las 12.00h explote la fiesta con el Chupinazo has quedado al alba para almorzar. Y el 5 de enero pasa algo parecido, te vas a casa cuando termina la Cabalgata porque no hay mayor ilusión- yo aún la mantengo- de levantarte al rayar la luz del día 6 y que el árbol esté repleto- es un decir- de regalos- incluso puede que algunos, puestos por ti-.

¡Felices fiestas y feliz año nuevo familia! ¡Zorionak eta urte berri on!
 
 
Joseju Aranaz (@jjaranaz94)




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