Cuando yo me las daba de runner (recuérdalo aquí ) y salía a correr tres días por semana un par de horas cada día, no me preguntéis por qué, siempre me daba de bruces con una churrería. Todos, TODOS los pueblos (o ciudades, que acabamos de empezar el artículo de esta noche y no queremos que se nos enfade nadie tan pronto) tienen su churrería. Más grande, más coqueta, totalmente grasienta (de esas que va una inspección de sanidad y te la cierran de por vida), pero en todos hay una. Y a uno que solo come churros, con suerte, una vez al año por San Fermín, se le hace duro. Que vas a Zizur, nada más entrar. Que vas a Barañáin, a lo pocos metros de decir “ya estoy fuera de Pamplona”. Que entras al Valle de Egués, nada más ver Sarriguren. Y así en Ansoáin, Orkoien y todos los pueblos (digamos “localidades”, perdón) que se os ocurran de la Comarca de Pamplona. Yo, aparte de La Mañueta, solo conocía las churrerías de Carcastillo y Barásoain . Esas en l