Tras el valle de Aranaz

                 Desde un tiempo a esta parte hace ya mucho que no me planteo objetivos a muy largo plazo. Con respecto al TEVDA y con respecto a la vida, en general.             En lo referido al blog, voy día a día, sin un rumbo claro y con la intención de que cada viernes tengáis un pedacito (que a mí me sigue sonando mejor con Z, perdonadme) de mí. Un trocito de parte de lo que se me pasa por la cabeza y necesito escribir para poner un punto de serenidad en este caos que muy pocas veces os muestro.             Con el estrés que llevamos, es verdad que echo de menos tener hasta 10 artículos escritos (totalmente atemporales) para que llegue el viernes, no haya tenido tiempo de sentarme a darle a la tecla ni un momento, y que vosotros tengáis algo interesante que leer.             Normalmente soy previsor, y os mentiría si os dijera que no tengo tres artículos en la recámara como cuestión de fuerza mayor. Pero lo creáis o no, no es nada fácil elegir el momento exacto de public

  Así; sin entrecomillar. Porque si lo entrecomilláramos el título del artículo de esta noche ya no tendría sentido, ya que el cambio de Antena 3 es el de Sonsoles (que llega) por “¡Boom!”, entrecomillado, que cambia de ubicación aún por determinar. La cuestión es que el boom televisivo de la temporada se conoció a principios del verano: la periodista Sonsoles Ónega saltaba a Antena 3 para comandar un nuevo proyecto profesional. Abandonaba de esta manera Telecinco, su casa durante los últimos catorce años, y donde empezó como redactora de los informativos hasta convertirse en una de las presentadoras de la cadena con un futuro más que prometedor. Su cercanía con el espectador hizo que se ganara la confianza y credibilidad del público. El formato que conducía , Ya es mediodía , se hizo un hueco en la complicada franja de la sobremesa pese a que nunca hizo amago por pisarle los talones a La ruleta de Jorge Fernández. Muchos incluso la ubicaban como la sustituta natural de Ana Rosa Quin

El próximo 23 de octubre se cumplirán ocho meses desde que empecé a trabajar para la Mancomunidad de la Comarca de Pamplona. Hace unos meses lo dejé entrever ( aquí ) pero todavía no lo había dicho explícitamente. Ocho meses desde que Mar decidió darme una oportunidad y confiar en mí en un momento en el que yo no confiaba mucho en mí mismo. Ocho meses desde que me volví a poner enfrente de una clase de Educación Primaria, donde la casualidad quiso que mi prima Paloma Zaratiegui estuviera con esos alumnos de 6º y eso me diera cierta confianza para echarle valor y tirar hacia adelante. El martes, estuve en una clase de… (bueno, en una… estuve en seis distintas…) …de 4º de Primaria haciendo un taller y, al preguntarles a quién llamarían si quisieran cambiar la televisión de casa para que la actual se la llevasen para poder venderla a un precio más económico, uno de los críos me contesto que “a los raperos ”. “A los raperos de Emaús” puntualizó otro, y tú, que inocente intentas correg

            Mi vida escribiendo es un puñadito de ceños fruncidos, kilos de sueños, belleza en un par de ojeras y la banda sonora de Harry Potter (no, esto último no, aunque si fuera Leire Muñoz es posible).             Puede que para contar la realidad tal y como yo la veo tenga que teñirlo todo del marrón de mi mirada. Del marrón del café. Y del chocolate. Y de los problemas que trato de eliminar cuando escribo. Mis cosas. Mis cosas no son nada si no las pongo por palabras.             Cuando miro atrás y me fijo en ese chico con flequillo que se sentaba en su escritorio a contarse historias a sí mismo y a un montoncito de personas que le leían en un humilde blog, me produce orgullo y rabia a partes iguales. Orgullo porque quién me iba a decir a mí todo lo maravilloso que vendría. Porque ocho años después puedo seguir defendiendo el blog. Porque a empeño no me gana nadie. La rabia es porque ocho años después me sigue costando decir eso de `sí, escribo, y decentemente´. Sin emb