Una historia de fiestas

       Carcastillo. 19.27h de la tarde. Es miércoles, 6 de agosto. 34 son los grados que marca la aplicación de mi móvil, y aunque puede que la sensación térmica sea mayor, serán pocos con los 42 que alcanzaremos el martes de la semana que viene. La cuestión es que a estas alturas todavía no lo sabemos.

La localidad navarra arriba nombrada celebrar sus fiestas grandes. Empezaron el pasado sábado día 2 y finalizarán el próximo domingo día 10. A pesar del calor todavía no sabemos el miedo que pasaremos ese domingo cuando a las 21.00h la alcaldesa suspenda los actos que quedan de fiestas (gigantes, último toro de fuego y Pobre de mí), el pueblo quede invadido por una nube de humo que llegue a cada rincón, las autoridades recomienden no salir de casa y que las llamas estén tan solo a 400 metros de distancia de la casa de tus abuelos.

Es el día de las peñas, la juventud va disfrazada y aunque la mayoría ya esté ocupando las gradas del atrio desde las 19.00h de la tarde, es ahora, 27 minutos más tarde, cuando los más rezagados entran bailando junto a la charanga El encierro.

Desde el ayuntamiento la megafonía anuncia que la ganadería que nos visita hoy es la de Adrián Domínguez de Funes (ayer fue cuando el capón de Pedro- también Domínguez y de Funes- saltó a la grada), que el premio al mejor recortador de la tarde es de 300€ y está patrocinado por un conocido bar “feliz” de la localidad y que los dos primeros animales que van a salir son becerras para las peñas.

El primero en salir es Frantxo (no todo van a ser gigantes), que disfrazado de conguito y provisto de su capote es uno de los que logra arrancar un par de ovaciones por parte de los espectadores que estamos ahí.

Mientras tanto, que realmente es la historia que quiero contar, un hombre me pregunta si los dos sitios que hay a mi derecha están libres, a lo que le contesto que sí y se sienta junto a su hija. Yo estoy comiendo pipas, parece que no, pero entretienen hasta que salgan las reses de verdad y de inicio el concurso de recortes.

Nada más llegar, la niña se sienta junto a mí y el padre un poco más lejos. La niña me mira con cara de querer pipas así que le ofrezco un pequeño puñado que quepa en sus manos diminutas, y ella rápidamente entabla conversación conmigo. No creo que tenga más de cinco años y se presenta diciéndome su nombre. Rápidamente me pregunta por el mío y también le parece conveniente decirme el nombre de su padre.

Entre tanto, Marina también ha salido a hacer algún que otro quiebro. Momento en el que las peñas han pedido a la charanga La chica yeyé, esta no ha podido negárselo y en el “No te quieres enterar” aquello ha parecido un podio de Formula 1 cuando descorchan el champán.

La niña habla con soltura y me cuenta su vida como si nos conociéramos de toda la vida. Parece que le he caído bien tras haberle dado unas pocas pipas, pero no os preocupéis que hasta que se terminé la bolsa me seguirá pidiendo. La mayoría de la cosas que me cuenta son cosas sin importancia que no aportan nada a la narración que os estoy haciendo, pero hay otras que son cosas innecesarias de transcribir (y también de contar) que hace que en un par de ocasiones yo me gire hacia el padre y este no sepa dónde meterse de la vergüenza. Yo también le cuento cosas, entre otras, la boda a la que voy a ir el sábado en Tafalla. Esto parece que a la niña le interesa y me pregunta por los novios y yo le tengo que dar alguna explicación.

Toca cambio de becerra y ahora es Maite la que se anima a salir con más miedo que alma y eso provoca que no tarde nada en volverse a subir al muro que delimita el atrio (y la plaza durante los nueve días de fiestas). La plaza de Carcastillo es una de esas que podrían decirse que tienen “alma”, porque no es ni redonda ni cuadrada; sería difícil explicar sus límites.

La bolsa de pipas se va acabando, le doy un último puñado a la niña y me como las cuatro o cinco que quedan. La niña, que es más lista que el hambre, se da cuenta de ello, y aunque tarde bastante más en pelarlas que yo, extiende su pequeña mano, y me ofrece compartir las cuatro pipas que todavía le quedan. ¿Se puede ser más adorable?

A todo esto, guardan la segunda becerra y la charanga ya toca el denominado toque de clarín (da igual que aquí se haga con trompeta) para que salga al ruedo la primera vaca de la tarde.

Y os cuento esto, con motivo de que este pasado fin de semana Carcastillo ha celebrado sus fiestas patronales en honor a la Virgen del Rosario, y porque pasado octubre, no sé si tendría mucho sentido sacar esta historia a la luz.

Volvemos en siete días, y os esperamos con la primera entrega del videoblog del Camino de Santiago realizado este pasado verano junto a Laura Samayoa.

¡Feliz fin de semana queridos!


- Aranaz, Joseju (@jjaranaz94) - 

          

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