A mis abuelos; a los cuatro

 

Y tres con más de 91 años siguen ahí.

¡Qué ganas tenía de que llegara el programa de hoy! Que ganas tenía de hablar sobre mis abuelos. Que he sido muy diplomático al decir “abuelos” porque yo hablaría mas de yayos y de abuela, pero bueno…

He conocido a tres de los cuatro que a uno le suelen tocar, a pesar de que mi madre diga que ella tuvo tres abuelas, pero eso es por otra cosa… y la cuestión es que me siento realmente afortunado.

No conocí al padre de mi padre, al que debo el primero de mis nombres- a mi abuelo materno le debo el segundo-, pero mi padre, mis tíos y mi abuela lo nombrar muchas veces. Repiten sus frases irrisorias- “lástima una borrasca de mierda” y “me gusta horrible” entre otras-, sus pronunciaciones extrañas- Shakespere”- y no lo leáis como /xekspir/, sino como se escribe: /xakespeare/ entre otras-, sus miradas- que hablaban, por ejemplo cuando aparecían los dos rombos en la pantalla de televisión-, su pasión por Osasuna, los 29 de abril y, los 17 de febreroNo lo definen como gracioso- más bien no lo definen, mi abuela si acaso alguna vez-, pero yo sí que me hago la idea de que fue alguien ingenioso.

En el programa Ella misma, recordé a tres de sus hermanas, a las cuales sí conocí y quizás se parecieran en algo a él. No lo se…

De los tres que he conocido podría deciros que puedo ver pasar los años a través de sus pupilas cansadas y, aun así, hay días en los que pueden comerse el mundo. La vida no les ha sido fácil, te dicen con una media sonrisa, pero al fin y al cabo, la vida nunca lo es. Y en todas sus palabras sabes que se esconde la verdad de la experiencia, que fueron otros tiempos, pero las tristezas y las alegrías se viven por igual. Es por eso que han sabido calmar tu llanto cuando los has necesitado, y han compartido tus alegrías como si fueran las suyas propias.

Para muchos, una abuela o un abuelo son como unos padres más y ahora mismo me viene la anécdota redactada por mi abuela materna en unas cartas de hace más de 20 años:

Estaban cenando todos y dice Jesús (mi padre):

- Ya termina Iñaki.

Y dice él:

- No, “farta” un poco.

- Pero lo vas a terminar todo para hacerte tan alto como…

- ¡El papá!- grita él. Y Jose Julio dice:

- ¡Pues yo como el yayo!

Lo confieso, siempre he sido mucho de mi abuelo. De los “buenos días” en la calle con aliento a tostadas con aceite y ajo antes de coger el autobús para ir a la ikastola, de los golpecitos en la parte de atrás del coche cuando aún seguía montado para ir a la guardería en un autobús de Oroz, de guardarme los caramelos que nos daban después de misa, de cambiarme de banco y recorrer media Iglesia para darles la paz, de no importarte que él fuera en zapatillas para que te acompañase hasta el portal de tu casa…

Te han visto crecer, te han cuidado. Y, aunque de vez en cuando se quejen de alguna molestia, sacan fuerzas de donde no las tienen y afrontan los problemas con más voluntad que nadie. Tienen la cabeza fría y, cuidado cuando se ponen de mal humor, que tú siempre serás su protegido y quien se meta con su nieto, puedo asegurarte, tendrá todas las de perder.

Se han adaptado al teléfono móvil y lo de las redes sociales pues no les acaba de hacer mucha gracia, pero para gustos los colores. No te dirían que no a una buena charla y, no te pierdas detalle, pues te sorprenderás aprendiendo lecciones que no se enseñan en el colegio. Aunque muchas de esas cosas no las pueda contar porque no me dejan.

A veces buenos amigos, otras veces buenos confesores, ¿quién si no tus abuelos pueden guardarte el mayor de los secretos inconfesables?

Porque les encanta hablar de sus nietos y alabar todas sus aventuras. Y a ti contárselas. Además, sólo ellos ceden ante tus caprichos y son tu mejores aliados cuando tus padres no están de acuerdo.

A veces, cuando se quedan callados y sus vistas se pierden a través de la ventana, me pregunto en qué estarán pensando. Son muchas las historias que te han contado, y puedes imaginártelos años atrás. Puedes imaginarte a tus abuelas presumidas a su manera, o a tu abuelo, tantos años más joven, haciendo de las suyas. Hubierais sido un buen equipo.

Pero todo momento llega y un día, simplemente, se irán. Y esta es la parte del texto en la que aparece ese nudo en la garganta. Porque además de todos los problemas, hay algo más contra lo que tienen que luchar: el paso del tiempo. Y, de repente, te das cuenta de que no te contó todas las historias que querías saber, que aún hay fotografías en blanco y negro que no reconoces, que no te enseñó a coser como un día le prometiste, a cocinar como sólo ellos lo sabían hacer. Que deberías haberlos dejado ganar a las cartas, que no te hubiera importado pasar más horas frente a la televisión viendo un programa que no te interesa, que tienes tantas y tantas cosas que han quedado por hacer…

Puede que tu abuela o tu abuelo se haya ido pero, de algún modo, siempre te acompañan. Te hacen fuerte en los duros momentos y sus consejos todavía te sirven ante las dudas. Son para ellos todas tus victorias y, aunque no estén contigo, sé que estarían muy orgullosos. Y si aún puedes contar con ellos- como es mi caso-, es un buen momento para decirles lo mucho que te importan porque, aunque se hagan los duros, por dentro estarán totalmente agradecidos.

Volvemos en siete días familia. Gabon.


Joseju Aranaz (@jjaranaz94)

Comentarios

Entradas populares de este blog

Mariposillas en el estómago (o algo así)

"Alba" (crítica)