Diario de una JMJ (XXIV)
La
semana pasada lo dejábamos dejando bien a Maite Val y despidiéndonos de Marta Monreal en el colegio
(recuérdalo aquí), así que hoy retomamos el escribir desde ese punto.
Después
de que el autobús nos deje donde puede, nos toca coger el metro, pero aquello
está a reventar. No te preocupa reconocer a un par de personas un poco más adelante de lo que estás tú, ya que lo único que quieres es coger el metro.
De
la gente que hay, estamos más de una hora esperando hasta que logramos entrar
en un vagón, porque han estado venga pasar, pero todos van llenos hasta la
bandera.
Salimos
del metro y aunque consigamos respirar un poco más, el sol cae implacable sobre
Lisboa, abrasando el asfalto y rebotando su calor en las fachadas blancas de la
ciudad. Es mediodía y el aire se espesa con la multitud que avanza, paso a paso,
en dirección a la Campa da Gracia, donde el Papa celebrará esta noche la vigilia
de esta JMJ.
Una
marea de todas la edades- no solo jóvenes- caminamos con mochilas al
hombro, botellas de agua medio vacías, pulverizadores (cortesía de María
Chaverri) y gorras sudadas. Hay jóvenes con camisetas pegadas al cuerpo por el
sudor y grupos que cantan, agitando banderas de todos los rincones del mundo.
El calor sofocante no impide que el ambiente sea de alegría y emoción.
Cada
sombra es un refugio preciado. Bajo los pocos árboles disponibles, la gente se
detiene a descansar, abanicándonos con lo que nos encontramos a mano. No
hubiera estado mal que en los bordes del camino hubiera voluntarios repartiendo
agua fresca, porque la poca que nos queda es ya caldo gallego…
Se escuchan acentos en todos los idiomas, y el portugués se entrelaza con el español, el inglés, el francés y el italiano (entre otros tantos que ni siquiera reconoces) en una sinfonía de voces esperanzadas.
Has
perdido la cuenta de las horas que llevas caminando y, para colmo, el polvo del
camino se levanta a cada paso, pegándose en unas zapatillas ya desgastadas por
los kilómetros recorridos. Pero nadie se queja demasiado (o eso procuramos transmitir):
el sacrificio es parte de la experiencia. Al fondo, la explanada de la campa se
empieza a ver, y un grito de entusiasmo recorre la multitud. Son las 19.30h y
aunque agotados, ya estamos aquí. Falta poco para el encuentro con el Papa y
la emoción supera cualquier fatiga.
Volvemos el viernes que viene si es que grabamos algo por Semana Santa (el año pasado, por ejemplo, lo hicimos con la Hora Santa), si no nos leeremos en 14 días.
¡Feliz fin de semana queridos! Gabon.
Aranaz, Joseju (@jjaranaz94)
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