"Pedazitos" de mi (XII)

Dice un cuento muy famoso que caminando en linea recta no puede uno llegar muy lejos y, esto viene a decir, que cuando las cosas se complican y, nos vemos obligados a tomar caminos inesperados, eso nos permite conocer partes del camino que no hubiéramos podido ver nunca. Hoy este contacto “sin tacto”, como ese cuento y muchos otros, termina, y lo hace con un final feliz. Que siga vivo depende de nosotros.

Y es que… es difícil.

Y es difícil porque no nos vemos, porque a penas hablamos y porque el vernos no siempre implica que sea recíproco.

Ahora que parece que estamos superando este confinamiento todo va a hacerlo mucho más complicado.

Y es difícil hablar sobre esta persona porque tengo ciertas restricciones y porque aunque parezca mentira no tengo ninguna foto con ella (por eso veis esta especie de retrato robot).


Pero a todo se acostumbra uno. A los desayunos en el balcón al solecito. A los nuevos horarios de las tiendas. Al silencio de los parques. A aplaudir. A dejar de aplaudir. A la soledad. Al nuevo fútbol sin púbico. A todo se acostumbra uno. A todo menos a la marcarilla; a la más carilla… de ver.

Hace unos días una amiga me escribió algo súper bonito que podréis leer el próximo viernes por aquí cuando estrene los PedaZitos de vuelta y hoy voy a seguir un poco su estructura para que sepáis cómo nos conocimos la protagonista de esta noche y yo y, para que entendamos al punto al que llegaremos al final del artículo.

Supongo que nos conoceríamos del barrio y que nos empezaríamos a llevar algo cuando la casualidad quiso que desde pequeños nos apuntáramos a la misma academia de inglés. Tras estar cuatro años yendo a la misma clase (Con Henry, con Iñaki…- a pesar de que estos días atrás hubiéramos dudado hasta de eso-) no fue hasta el último año cuando decidimos volver juntos a casa. ¿Por qué no antes? me pregunto yo. Nuestras razones tendríamos… pero no se me ocurren cuales. A ver si tú le encuentras explicación...

Después- o quizás al mismo tiempo- la catequesis para confirmarnos fue clave para conocernos un poquito más. Y más que la catequesis, las charlas de después ya fueran con Cristina Alegre o con Ana Tapia. Hay cada una... Lo que nos reíamos filosofando con los problemas del uno y del otro, con conversaciones inverosímiles que a uno le costaba creerse, de eso de cuando existía Tuenti y de cuando juntarnos “en la esquina” era nuestra rutina.

En ese momento no sé si ya lo sabíamos o no, pero la cosa es que nuestras tías eran hermanas. Tías “postizas”- que no somos primos-, pero tías al fin y al cabo, que era lo realmente curioso, gracioso, guay y extraño a partes iguales. Ambas estaban- y siguen- con un hermano de nuestros respectivos padres. Con el suyo; y con el mío.

Nuestras charlas también han sido épicas y no entre nosotros. Charlas los domingos por la tarde cada cual con quien fuera- en este momento no importan los otros nombres- que parecía que pugnáramos por cuál de las dos charlas se alargaba más. A mi, más que nada me hacían monólogos, pero lo que nos gustaba darle a la lengua… En ese momento las cosas se hablaban en el portal o sentados en el banco de enfrente del portal (cada cual dependiendo de con quién estuviese). Me sigues ¿no? (Si la mayoría no lo habéis pilado, tranquilos).

Pero dejando a un lado estas charlas “con terceros y cuartos”, volvamos a las nuestras. Las últimas han sido por mensajería instantánea, y aunque la fluidez de contestarnos a los pocos minutos ya la hayamos conseguido, hubo unos tiempos en los que… En los que tardábamos 15 días- sin exagerar absolutamente nada- en contestarnos y, claro, como nos sentíamos fatal las parrafadas tras dos semanas “ausentes” por lo que podríamos tildar de “pasotismo olvidadizo” eran muy, pero que muuuuuuuy extensas.

Tocaba empezar pidiendo perdón, contestar a lo que no habías hecho caso hasta el momento de sentirte realmente mal (maldito doble check azul sin quitar…), y contarle todo (aunque sea un decir) lo que te había ocurrido a lo largo de esas dos semanas- si con suerte no eran 21 días los que habían pasado- para esperar otros tantos con la consecuencia de que te pasara lo mismo pero justamente al revés y esto fuera la pescadilla que se muerde la cola. Santa paciencia… Menos mal que esto sí que era recíproco.

En fin, que la persona de la que hablo es María Gárate. La vecina y amiga que estos días de confinamiento ha estado ahí; mano a mano (saludándonos cada tarde a las 19.58h, si éramos puntuales), apuntando las faltas y retrasos si no salíamos a aplaudir, poniendo el Resistiré como si no hubiera un mañana, comentado por WhatsApp la chorrada que fuera cada día. Porque aunque parezca increíble, desde el pasado 13 de marzo no ha pasado- valga la redundancia- un solo día sin vernos ni escribirnos.

Y por eso te escribo esto María, porque estos espeZiales van de reencuentros y el nuestro ha sido un tanto especial. Supongo que si todo vuelve paulatinamente a la normalidad volveremos a no vernos, pero cambiar eso, solo, y como he dicho al principio, depende de nosotros y en vez de tomarnos el café o la cerveza en el patio, hacerlo en el bar.

Durante estos más de 24 años de vecindad nos ha tocado compartir parque, clases, mensajes de Tuenti (tengo uno grabado que jamás se me olvidará), patio (como bien sabéis) y hasta algún entierro por difícil que fuera.

Os aseguro que jamás me imagine que cada semana compartiríamos cuatro o cinco horas largas. Parece broma, queda tan lejos…

Te lo digo en serio, durante esta cuarentena que ha tenido más de 40 días, has sido alguien fundamental para llevar el confinamiento. GRACIAS.

Y no me pongo moñas, como lo he hecho con otros pedaZitos a veces, porque nos falta ese café para que perdamos ese punto de vergüenza y esa falta de confianza. Te esperaré, aunque llegues tarde (y esto, claramente, va con segundas; ya sabes por qué).

El pasado 13 de marzo tuvimos que hacer una de las cosas más complicadas de nuestra vida. Un alto en el camino. Un frenazo en seco. Un estar sin estar.

Día 90 del estado de alarma. Quedan 9 para la “nueva normalidad”

¡Muy feliz fin de semana familia! Gabon.


Joseju Aranaz (@jjaranaz94)


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