Desde que estoy en la Manco
El
próximo 23 de octubre se cumplirán ocho meses desde que empecé a trabajar para
la Mancomunidad de la Comarca de Pamplona. Hace unos meses lo dejé entrever
(aquí) pero todavía no lo había dicho explícitamente.
Ocho
meses desde que Mar decidió darme una oportunidad y confiar en mí en un momento
en el que yo no confiaba mucho en mí mismo. Ocho meses desde que me volví a
poner enfrente de una clase de Educación Primaria, donde la casualidad quiso
que mi prima Paloma Zaratiegui estuviera con esos alumnos de 6º y eso me diera
cierta confianza para echarle valor y tirar hacia adelante.
Y
es en momentos como este en los que sonríes y te tienes que dar la vuelta (como
mirando a la pizarra) para que no se te note, no lo consigas y tengas que
aclarar que te estás riendo con él y no de él. Al instante, la tutora te mira
de forma cómplice y te dice lo mismo que acabas de pensar tú: “tengo que
empezar a apuntar estas respuestas”.
Y
pasa algo parecido cuando en cierto punto del taller de reciclaje les cuentas
que aparte de poder llevar el aceite de freír 1 000 croquetas, por ejemplo, al
punto limpio (es importante recalcar que aquí la tutora me corta para que sus
alumnos y ella se ponga a salivar tras decirme que son una clase muy croquetil), pueden colarlo y tras
mezclarlo con agua y sosa cáustica hacer jabón. Momento en el que tienes que
explicar que la sosa cáustica se compra en droguerías y el taller se tiene que
volver a detener (esta vez lo haces tú), para explicar que en esas tiendas no
se vende droga. Porque los has mirado y han levantado la mano con la intención
de preguntártelo, que nos conocemos.
Como
digo, llevo ocho meses en la MCP y estas son historias que te pasan día sí, día
también. Son dos cosas que me han pasado en el último taller que he impartido pero
hay cientos de este estilo. Aunque eso sí, esta noche me gustaría destacar
cuatro momentos del curso pasado.
La vista a la nogalera de Burlada que hice con los alumnos de 3º de Primaria de
Ermitagaña, donde al acabar y antes de que me dieran tiempo para decirles que
se dieran un aplauso por lo bien que lo habían hecho, ellos fueron los que me
aplaudieron a mí y fueron a darme un abrazo colectivo.
¿Y
qué decir de la “creación con residuos” que hice con los niños de Escolapios en
1º? Fue la primera vez que me emocioné de verdad, salí del centro con una
sonrisa que no os podéis imaginar y como sentí la necesidad de compartirlo con
alguien tuve que hacer un par de audios a mi amega y maestra María Romero para contárselo de viva voz. Indescriptible.
Como
lo enternecedores que fueron los alumnos y alumnas de 2º del CP Atargi de
Villava una vez finalizamos la actividad
del parque fluvial. Los alumnos se quisieron quedar a hablar conmigo y a
contarme sus historias al mismo tiempo que me invitaban a almorzar porque yo no
había llevado bocadillo. Cuando les dije que era maestro y que este curso (el
pasado) iba a haber oposiciones, me dijeron que estudiara mucho para que el
curso siguiente (este) tuviera la oportunidad de ser su tutor “porque se te
entiende muy bien” y ya se sabe que los niños de siete años no mienten.
Y
no me gustaría olvidarme de lo guay que fue estar con el alumnado de 4º de
Primaria de la Ikastola Paz de Ziganda y volver a estar con una de la mejores
alumnas (en todos los sentidos) que tuve la suerte de tutorizar durante los
meses de septiembre y octubre de 2020 en el colegio de Sarriguren en el que
estuve. Fue increíble todo lo que empaticé con el resto de sus nuevos
compañeros durante aquellas dos horas. Y esta mañana me he vuelto a reencontrar
con ellos; con ella ya en 5º, en otro taller. Y me voy con el corazón lleno.
No
hay un trabajo mejor.
En
siete días más. Gabon familia.
Joseju Aranaz (@jjaranaz94)
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