"El curso en que me enamoré de ti"
Qué bonito sería explayarme aquí sobre todos mis sentimientos, y no os voy a decir que no lo haga, pero haciéndolo al principio creo que esto perdería todo su encanto y que leeríais solo eso y que no seguiríais leyendo hasta el final. Por eso voy a empezar hablando de otra cosa y ya veremos si luego tenemos tiempo (y espacio) para poder escribir sobre ello. Vale que sería muy fácil escribir aquí un nombre con sus apellidos y tirar millas, pero todo a su tiempo.
Aquí, junto a Elena Rivera. Karina, su personaje en la serie Cuéntame cómo pasó, es uno de mis amores platónicos. |
Tras leer el título del programa de hoy el primer nombre que se me viene a la cabeza es el de Blanca Álvarez, y si acabáis de dejar de leer el programa para ver quién es esa Blanca acabáis de perder el tiempo o llevaros un chasco. Blanca es la autora de El curso en que me enamoré de ti, el libro del que pienso hablaros un poquito hoy.
A modo de resumen, podríamos decir que Carlos, Dani y Marga van al mismo instituto de clase acomodada al que llega Jorge, procedente de un centro de acogida. Los tres amigos intentan ayudar al muchacho para que sea uno más del grupo; sin embargo, no todo el mundo comparte su espíritu solidario, y acaban siendo objeto del ataque de un grupo de cabezas rapadas. A partir de ese momento, sus vidas se tambalearán y todo cambiará para ellos.
Es una breve sinopsis, y aunque no sea la que viene en la contraportada del libro considero que es un buen gancho para aquellos que no lo hayáis leído. Es una novela adolescente- juvenil que ronda las 150 páginas (recuerdo que la leí cuando tenía 12 años). A decir verdad en la vida hay pocas novelas que me han marcado y junto a Una serie de catastróficas desdichas y Noche de viernes (a pesar de que también leyéramos libros como Ojos saltones, Los elegidos y Hoyos) esta fue una de esas.
No os puedo decir que me sienta identificado con los protagonistas en el sentido de que haya sido nuevo en un colegio (aunque cuando pasamos de Jaso a Iturrama sí lo fuera, a pesar de que eramos más los nuevos que los que siempre habían estudiado ahí), o me haya sentido acosado por un grupo de “cabezas rapadas” como he dicho en el resumen, pero bueno… Yo creo que si no a todos, a muchos os habrá pasado el colgarse del compañero o compañera de pupitre; no es algo que os vaya a descubrir ahora, pero creo que es bonito recordarlo y traer a la mente sentimientos que con el tiempo van cambiando y de los que a base de experiencias puedes llegar a darte cuenta de que quizás a eso que sentías no se le podía llamar amor.
No lo sé, la forma de amar, de querer... cambia con el tiempo y no somos los mismos que éramos a los 13, a los 16 o a los 21. Y hablo desde mis 24 años. Se dice que a los 30, a los 50, a los 70 o a los 90 la forma de querer va cambiando, pero personalmente no lo sé. Os podría el ejemplo de mis abuelos, que es el único caso que conozco. Tienen 88 y 89 años y si Dios quiere, el año que viene cumplirán sus bodas de platino. 60 años juntos después de darse el ¡Sí, quiero! ¿Dónde habría que firmar?
En estos tiempo cada año que pasa,- y sigues con la misma persona- es una suerte, así que desde aquí mi más sincera enhorabuena para todos vosotros.
Algunos tienen la suerte o la desgracia de estar con su primer amor y no haber conocido otros. Para los que su primer amor no salió como esperaban, se enfrentan a la situación de enamorarse por segunda vez. Y para los que en esa primera se hicieron daño… arriesgarse a empezar algo nuevo les es similar a sentarse en las temblorosas vías con el pitido del tren silbando en sus oídos. Y, para qué engañarnos, aterroriza.
Para los que podéis contar con los dedos de las manos las veces que os han decepcionado, creedme, sois afortunados.
Para comenzar, lo que más impacta es la diferencia de una relación a otra. Es cierto, no se debe comparar, pero no puedes evitar fijarte en esos detalles que tu anterior pareja no tenía contigo, todo lo que te faltaba sin ni siquiera saberlo. O tal vez, todo lo que sobraba. Para los que tuvieron una relación tormentosa y de repente, simplemente, les tratan bien, se quedan impresionados. Cualquier detalle les parece un mundo, y algunos se piensan que no se lo merecen. Y ante esto, deciros, que es una pena. Todos nos merecemos una relación con alguien que nos quiera y que nos deje libre, si no, no es una relación, es una condena.
Cuando te enamoras de nuevo la relación es diferente. No sé si porque el tiempo nos ha hecho madurar o, más que el tiempo, las experiencias. Que nos da por ver las cosas desde muchos puntos de vista, y esto de ponernos en la piel del otro nos enseña que las cosas no son blancas o negras, que también pueden ser grises, azules, amarillas o del color del color que se os ocurra. Y las discusiones no son discusiones, son debates buscando soluciones. Con argumentos sobre la mesa, aclarando cómo nos hemos sentido y qué nos hubiera gustado que fuera diferente. Sin cruzarnos de brazos. Y que si así fuera, que sea por cosas realmente importantes, cuando la desilusión no pueda expresarse con palabras.
Decir también que empezamos a asumir errores. Que al fin y al cabo no somos perfectos y que, por supuesto, vamos a hacer un montón de cosas, sin querer, que van a hacer daño a nuestra pareja. Que no somos la voz del GPS, diciendo todo pausadamente, yendo y haciendo lo que quiere nuestra pareja. Y eso desencadena problemas, pero ¿y qué es una relación sin problemas? Aceptar nuestros errores hará que todo sea más sencillo. Y no puedo evitar pensar en la letra de Shakira en su Inevitable, que nos dice que siempre es mejor, cuando hay que hablar de dos, empezar por uno mismo.
Y, sobre todo, digamos que se quiere de manera diferente. Cuando te enamoras por segunda vez, vas con pies de plomo. Quieres ir más despacio y procuras ser más prudente. Desconfías. Y ese sentimiento tiene que desaparecer porque si no acabaría por asfixiarnos. Pero es completamente normal. Qué rabia, ¿no? Por qué tendremos que pasar por todo ese dolor.
Pero aquí llega la parte buena, y es que ese nuevo amor te da tanto que, sin duda, merece la pena. Porque cada persona que te acompaña, por poco tiempo que sea, hace el camino más entretenido.
Todo irá bien y de no ser así, nos quedaremos con el haberlo intentado. Con que nos sentamos en las vías vibrando con el pitido del tren en nuestros oídos y decidimos que a la vida hay que echarle valor.
Todo irá bien y de no ser así, amigos míos, nos quedaremos con la suerte de enamorarnos de nuevo.
Podría hablar largo y tendido del tema pero la cuestión es que me pedíais un nombre, pero hoy no tenemos tiempo para más. Daros las gracias como cada fin de semana porque esto sin ustedes al otro lado carecería de sentido y no sería posible. Un día en el que no me enrolle tanto ya os lo diré.
¡Disfrutad de este penúltimo fin de semana de febrero! Gabon.
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