Adiós "amiga"
¿Las
personas cambian? Es algo que me he planteado muchas veces. Lo he
hablado con diferentes personas y hemos llegado a la conclusión de
que sí. Pero quizás estábamos equivocados.
El
artículo que vais a leer a continuación- después de esta
entradilla- va a intentar ser irónico, porque sino yo creo que al
hacerlo profundo igual se os iba a indigestar. Hoy no os quiero hacer
reflexionar, os quiero mostrar la vida tal y como es. Y mejor verla
desde un punto de vista desde el que nos podamos echar unas risas,
porque hace unos minutos he escrito lo mismo que vais a leer a
continuación pero desde un punto de vista demasiado sensible y
considero que no merece la pena.
Y,
es que, como os digo, aunque en un primer momento quería hablar de
ello desde un punto de vista profundo, creo que lo voy a hacer desde
un lado más humorístico.
Empezamos.
Hay
amigos que, como el dinero en tu bolsillo cuando te vas de copas,
desaparecen sin dejar rastro. No te explicas el cómo, ni el cuándo,
ni el por qué, pero el día menos pensado llega a tus manos una foto
de Tuenti. De aquel entonces cuando el Fotolog estaba de moda y
barríamos el suelo con los pantalones de campana- vale, quizás no
tan atrás-, y te das cuenta que esa amiga que era tan importante ha
desaparecido de tu vida. Y tienes que aceptarlo.
Para
que no te pille desprevenido y no pases un mal rato, te diré las
tres señales inequívocas de que esa amiga va a desaparecer, y no
puedes hacer nada para evitarlo. De hecho, no lo intentes, porque
sólo hará que te sientas como un auténtico gilipollas. Y sé de lo
que hablo.
Primera
señal: en tus conversaciones con ella por WhatsApp o
por Facebook- cada vez menos-, siempre has sido tú el que le has
empezado a hablar. Subes la conversación con el cursor del ratón,
la bajas, la subes, la bajas. Efectivamente mis queridos amigos, le
ha dado exactamente igual hablar contigo o no. Y eso cansa más que
un día de rebajas. Siempre te dices que, bueno, la próxima vez
hasta que no te hable ella tú no le vas a hablar. Pero, maldita sea,
acabas haciéndolo. Eres débil. Hasta que la palabra clave de toda
esta situación se aparece en tus sueños, a lo padre del Rey León
en las nubes: escarmienta de una vez, pringado.
Segunda
señal: cuando habláis, te contesta como si
utilizara las opciones del WhatsApp cuando no sabes qué poner de
estado. “Estoy en el trabajo”, “en una reunión”, “estoy
durmiendo”, “en el cine”. Ya sabes, que te escribe tanto que
hay que pararla no sea que se le desgasten las letras del teclado. Y
es que te puede estar contestando a ti o al vecino del tercero en el
ascensor. Descuida, que luego te enteras por sus redes sociales que
ha sido tía- es un decir-, ha empezado a practicar surf, tiene un
nuevo trabajo, ha llevado el coche a arreglar la semana pasada, y las
lentejas del lunes le han sentado mal. Y no, no te llama, nunca. Dale
gracias que te responda una vez cada tres o cuatro meses (como muy
mucho muchiiiiiiiiiiiiiiiiisimo- sin exagerar absolutamente nada-),
cuando las estrellas y los planetas se alinean en la galaxia.
Tercera
señal: tiene mil y una excusas para no quedar
contigo. Al principio (lo que llamaremos “La primera etapa”)
serán excusas más convincentes y tú, que no tienes la más mínima
idea de por qué no querría no quedar contigo, pues te las crees.
Claro, que luego empiezan a sonar muy repetitivas, y da lugar “La
etapa de la imaginación” (o segunda etapa) en la que no tienes muy
claro si realmente va a cazar ñus en Kenia o es que no quiere quedar
contigo. Pero tú sigues dándole un voto de confianza porque, al fin
y al cabo, es tu amiga. Y por último, llega “La tercera etapa”,
en la cual directamente o no te contesta o te dice que no puede
quedar sin darte ningún tipo de explicación. Ante esto sólo puedes
hacer dos cosas, seguir engañándote a ti mismo, o empezar a
sospechar, más que nada porque te dijo que no podía quedar y ha
subido fotos a Facebook de esa noche de fiesta.
Yo
tengo una pared en la habitación llena de fotos con nombres,
lugares, fechas y post-its con descripciones (unidos por hilos de
lana), a lo CSI, y aun así no me aclaro. ¿Qué es lo que ha pasado?
Por
lo que tu “amiga” desaparece. Al principio estás triste y
confuso, posteriormente sientes rabia y más confusión, pero
finalmente te dejas llevar por el pasotismo. Porque te das cuenta que
tú has hecho lo posible porque, al fin y al cabo, si desaparece sin
decir por qué, si tiene un problema y no lo ha querido solucionar,
¿realmente es una amiga? Y porque tal vez, algún día, llegue a sus
manos una foto vuestra de Tuenti, cuando Justin Bieber aún no
parecía ex presidiario, ni Miley Cyrius chupaba martillos, ni
resumíamos nuestras opiniones en 140 caracteres- ahora 280, no me
seáis picajosos-. Sí, tal vez la vea y se dé cuenta que a los
amigos hay que cuidarlos, que hay que ir con las opiniones por
delante y no dejar que nadie interfiera en ellas, y que no encontrará
a un amigo como tú.
Y
estábamos equivocados por una simple razón. Las personas no
cambian, “maduran”, o mejor dicho, construyen prioridades.
Y
en unos días, el 14 de febrero exactamente, ya habrán pasado tres
años de la última vez que quedamos ella y yo. Mucho tiempo. Y he
tardado tanto tiempo en publicar el artículo porque pensaba que
nuestra “amistad” tendría solución. Pero 1.095 días son muchos
días. Son 26 280 horas. 1 576 800 minutos. 94 608 000 segundos. Y la
distancia ha decidido ponerla ella; y cada vez es mayor.
Así
que, querida “amiga”- y con esto terminamos por hoy, aunque me
duela escribirlo- hoy sales de mi vida, y sales, no
porque te saque yo, sino porque quizás nunca quisiste estar en ella.
Y
es que como decía hace unos días el gran Luis Merlo “aquellas
personas que quieran ser parte de tu vida, lo serán. No hay que
perder el tiempo guardando ese espacio para quien no haga ningún
esfuerzo para quedarse”. Ya que no existe falta de tiempo, sino de
interés. Y tened presente que quien os quiera- sea del modo que sea-
buscará el modo de veros; quien no, la excusa.
Un
viernes más gracias por seguir ahí, aunque no nos conozcamos
personalmente.
Gabon.
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