Siempre nos quedará Roma (XIII)
Si
os digo la vedad me resulta un poco difícil afrontar este especial
número 13. Y no lo digo por el número sino porque me da que va a
ser el último en el que voy a tener cosas que contar. No va a ser el
último porque para el último desde Italia me gustaría hacer algo
especial dedicado a todos vosotros, pero todo llegará. Es la idea
que tengo ya que habrá que ver si al final este 13º es el penúltimo
o no.
El
otro día- aunque ya haga bastante tiempo- me despedí hablando de
las conversaciones con Manu, y hoy me gustaría continuar con las que
tenía con María Romero. Así como del primer año me acuerdo como
vivimos todos los partidos de España en la Eurocopa (sobre todo la
semifinal contra Portugal en los penaltis y la final machacando a
Italia con un 4-0), el segundo año con la Copa Confederaciones entre
que los partidos tenían menos interés y que los que jugaba España
eran a las 00,00h ahí nos quedábamos solísimos Manu, Elvis y un
servidor. La amega, si eso se quedaba a la primera parte, pero muy de
vez en cuando. Y me acuerdo porque hace un par de días que decidí
encender mi antiguo móvil para recuperar las fotos y ahí tenía una
foto en el móvil, de María haciendo el chorra. Personalmente no soy
consciente de haberle sacado esa foto, pero como por aquel entonces
mi móvil era de aquellos que no tenía ni pin de desbloqueo ni nada
es verdad que cualquiera se la pudo haber hecho.
Pero
la foto es lo de menos. Está claro que hablá(ba)mos cada día, de
lo que fuera, no podría numerar todo, pero que lo de aquella tarde
fue especial. No por cuanto hablamos (que igual también), sino más
bien por los temas que tratamos. No hace falta recordarlos, pero como
he dicho muchas veces, la mayoría de los ratos con María han sido
de risas, pero también ha habido de los otros, de lo profundos.
Sentados en un banco de los que había en el campo de cemento de la
parroquia, al caer la tarde mientras que Pamela y Manu jugaban a
bádminton con alguno que otro más. Anteriormente yo también había
estado jugando aquella misma tarde, pero cuando la Mery se sentó en
aquel banco con una rebeca por la espalda me apeteció hablar con
ella. Siempre ayuda hablar con los amigos- o “amegos” en este
caso- y en ese momento era necesario.
Otro
de los momentos más TOP que he vivido con María (en particular)
pero con todos en general fue aquella noche de la película de miedo.
Pero no adelantemos acontecimientos ya que en este punto y tras
recibir (medianamente) el permiso de Manu habría que contar “la”
historia de ese amor fugaz, casi prohibido. De ese amor que nos
mantuvo todo el verano con el corazón en un puño, y sobre todo por
aquel último día en principio que el señor Owono y Pamela iban a
poder compartir.
Y
ahora que me doy cuenta… ¿no os parece que esta segunda tanda de
especiales desde la Ciudad Eterna está buscando más el morbo que
otra cosa? Y no lo digo por las preguntas que he dejado en programas
atrás en el aire o por lo que estoy contando ahora (que también),
sino por lo que falta por tratar. Pero el tema es que nos gusta más
un chascarrillo que al TEVDA un cotilleo y que medianamente todos
sabíamos que esto iba a acabar así. Somos fan del chismorreo, del
cotorreo... ( y no solo yo) y es algo que se veía venir a la legua.
Lo he intentado evitar a toda costa, pero no ha sido posible.
Y
yo pienso que ha llegado el momento de recuperar las mejores líneas
de un programa llamado El diario de Manu, el cual existió en
los inicios de Obama´s Channel. Y no de cualquier programa sino del
programa en el que Manu nos contó de primera mano aquel verano en
Roma. El primero para él, para María Fernanda y para Rosalía, el
segundo para Leti, tita Ana y para mi, el tercero para María y el
enésimo para Koldo.
Y,
aquí, me paro en Pamela. Cada vez que pienso en ella, me viene a la
memoria la canción del ‘Dúo Dinámico’ (creo que era de ellos);
esa de ’15 años tienen mi amor’.(...)
Estuve
en Roma (…) durante catorce días, y no fue hasta el quinto o sexto
día cuando ya, por fin, me atreví a hablar y a jugar también con
las niñas. (...) Pamela jugaba en otra liga.
Una
noche, después de cenar, mientras los más pequeños se habían ido
a dormir y el grupo de jóvenes de España nos habíamos quedado en
el salón (...), Pamela se acercó a José Julio y a mí y se sentó
con nosotros a compartir un rato agradable de charla. Por suerte para
todos, ella sabía muy poco de español. Era muy, muy poco lo que
sabía, pero fuimos tirando.
(A
partir de este momento yo, Joseju, ya estoy de “sujeta velas”, por
aclararlo más que nada; sigue Manu).
Y
fue allí cuando comenzó nuestra bonita amistad. Para empezar, yo me
quedé bastante sorprendido cuando me preguntó: ‘¿Hai la
fidanzata?’ Primero, me quedé sorprendido porque no entendí ni
una sola palabra (y, otras veces, alguna palabra del italiano suelo
pillar). ‘¿Cómo?’, le pregunté yo. ‘Si tu hai la fidanzata’,
me repitió. ‘No capicci’, le respondí, en un italiano muy
pobre, que ni es italiano ni es nada. ‘Hahaha’, se rió. ‘Non
capisco’, me respondió, como corrigiendo a un niño pequeño.
‘Ahh, jeje’, me reí, como quien acababa de descubrir que toda la
vida lo había estado diciendo rematadamente mal. ‘OK, Pamela. Non
capisco lo que tú me parlas’, le dije. ‘Si tú tienes una
ragazza’, soltó, con una sonrisilla a medio camino entre tímida y
perversa. Yo dudé. ‘No’, le respondí. ‘¿E perché no?’,
prosiguió. Y, a partir de aquí, comenzó una charla bastante
amigable y en la que descubrí que mi relación con Pamela iba a
cambiar. Después de esa noche, y tras todo lo que hablamos, las
cosas que me contó Pamela y las preguntas que me hizo, yo terminé
por pensar que ella sentía algo por mí (entiéndase lo de ‘algo’).
No, quizás eran paranoias mías… ¿o tal vez no?
Y
yo creo que por hoy lo vamos a dejar aquí. Os voy a emplazar ya al
próximo viernes, que creo que a Manu aún le quedan bastantes cosas
por contar de ese “amor”; os lo digo yo que tengo su diario entre
manos. Por cierto, quedan aún tres entregas por lo menos. Como
siempre ¡gracias…
…
y feliz fin de semana!
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