"El internado: Las cumbres" (crítica)
Está bien, pero sin más. No tenemos 16 años.
Y así como pasamos ya holgadamente de lo 20 con los 30 casi encima, ni Amaia es Carol, ni Paul y Manuel son Marcos e Iván.
Durante
los ocho capítulos de la primera temporada (confirmada una segunda y
con vistas a una tercera que sería la definitiva) ha sido imposible
no buscar similitudes y comparaciones. Ha sido inevitable comparar a
Natalia Milán en su papel de la implacable Elsa Fernández en el
Laguna Negra con la actual directora de Las cumbres
(interpretada por Natalia Dicenta), así como el papel de Ramiro Blas
encarnando a Darío Mendoza, y siendo el mayor inversor del nuevo
internado, nos ha recordado a Jacques Noiret en un papel de corte
similar y con la misma relación entre él y la directora.
Pero comparaciones a parte (que hay más y luego iremos a ellas), lo bueno que tiene este reboot es algo que los creadores ya consiguieron con la original. Entrelazar a personajes adultos conocidos (Joel Bosqued y Mina El Hammani e. g.) con jóvenes desconocidos para evitar cuestiones como ver a X artista haciendo de X personaje en esta serie. Blanca Suárez y Ana de Armas (por poner tan solo dos ejemplos) llegaron a la serie de Antena 3 sin ser nadie (como Asia Ortega- Amaia- y Albert Salazar- Paul- en la actual) y juntando a sus personajes con nombres como los de Amaparo Baró y Luis Merlo fue un éxito rotundo. No hace falta recordar que una no para de trabajar en España- la primera en Las chicas del cable por ejemplo- y la otra acaba de ser la villana en la última película del agente 007 habiendo dado el salto a Hollywood.
Otro de los aciertos del reboot de Amazon Prime, ha sido la duración; 45- 50 minutos cada capítulo, y eso, en parte, ha sido así por la ausencia de personajes infantiles. No os voy a decir que eche de menos a Paula y a Evelyn haciendo de las suyas junto a Javier Holgado (eran un contrapunto perfecto con la tensión de las escenas principales y estos- y sus trastadas- siempre tenían alguna relación con lo que pasara en el capítulo de esa semana) pero el nuevo metraje de la serie no te da un respiro, no te permite despistarte un segundo y el ritmo frenético de la misma tan solo se ve interrumpido por la escenas romántico- sexuales entre alumnos y profesores.
En la serie, desde la desaparición de Manuel, es muy previsible que su novia y su mejor amigo (Amaia y Paul) se van a liar y, lo mismo pasa con Elvira y el monje Elías (el cual luego será asesinado por la directora). ¿La razón? Porque aunque aquí no haya proyecto géminis, usan a los alumnos como cobayas para probar fármacos y el docente “religioso” lo había descubierto.
Como decimos, la historia parte desde la desaparición de Manuel una de las veces que este junto con Amaia, Paul y la hermana pequeña del último, Adele, se intentan fugar del centro entrando en el bosque que rodea el antiguo sanatorio.
Desde ese momento a Manu lo tienen en una especie de sala blanca (que nos evoca en cierto modo al “nivel -2” del Laguna Negra, del cual logra escapar, pero aparentemente le pegan cuatro tiros antes de que salga vivo. Pero la historia avanza y en el octavo y último capítulo de esta primera tanda, Adele, la cual iba a ir a la boda de su tío en París acompañada por una amiga que parecía de todo menos una buena compañía, desaparece y es encontrada en el mismo bosque diciendo que ha sido ayudada por Manuel. Al mismo tiempo nos muestran que en el anatómico forense en vez de estar su cuerpo, está el de una persona desconocida para la audiencia.
El guiño explicito que hay a la antigua serie, es la aparición de Iván y Julia en un programa de televisión conducido por Sandra Sabatés en el que estos presentan un libro con todo lo acaecido en el antiguo orfanato dedicándoselo a su hija Carolina. No aporta nada a la serie, y más que aportar, en mi opinión, le resta. Es probable que personas que no hubieran visto la serie original la vean después de haber visto esta y saber desde el principio que Iván y Julia acaban juntos (y vivos) le resta muchísimo interés al tratarse de dos protagonistas del primer internado.
Y a parte de la supuesta antigua relación entre Inés y el profesor de música y lo drástico que es este colegio (con “neveras” que son literalmente celdas de aislamiento), hay muchas similitudes entre ambas series.
Los protagonistas se encuentras ojos en formol de una de las niñas que es asesinada en el primer capítulo como ya pasara con Vicky, Cayetano y compañía. Las visiones de Inés y Amaia (que me parecen que están un tanto forzadas) nos traen a la memoria las “alucinaciones” de Julia con Eva Wulf. El “primero fue la luz y después comenzaron los crímenes” se relaciona con una pintas anaranjadas (globos con llama)- ¿como luciérnagas?- que aparecen en el cielo cada vez que va a realizarse un nuevo asesinato y, al igual que en la anterior, en este reboot, a parte de biblioteca, también hay chimenea (ubicada en el comedor) a través de la cual se accede a unos pasadizos que también conectan con el bosque. ¿Y que me decís de la máscara de cuervo que lleva la persona que en el primer capítulo rapta a Manuel? ¿No os recuerda a la mano metálica de Ricardo Montoya?
En definitiva, El internado: Las cumbres nos deja con ganas de más y no resulta difícil pensar que lo más jugoso e interesante está todavía por llegar y, que habrá más sorpresas a lo largo del camino. Aun y todo, y de momento, no parece que le vaya a hacer sombra a los misterios y horrores del Laguna Negra.
Gabon familia.
Joseju Aranaz (@jjaranaz94)
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