Lo hacemos y ya vemos
Llevo una semana escribiendo mucho y viendo que cada vez, lo
creáis o no, me cuesta más hacerlo. No que me dé más pereza, si no que se me
hace imposible plasmar en el folio todas las cosas que de verdad me llegan.
He tardado
mucho en ver La llamada, la película dirigida por Javier Ambrossi y
Javier Calvo, “los Javis” de OT, y la verdad es que me ha conseguido emocionar.
Y pienso que da igual si eres creyente, agnóstico, ateo o lo que seas, porque
te va a llegar, o eso pienso.
Los que me
leéis semana tras semana, viernes tras viernes, sabéis que soy maestro- digan
lo que digan- pero que así como escribo de mi vida, de libros y de televisión
hace un tiempo también empecé a hablar de cine. Empecé diciendo que no iba y de
un año para aquí la historia ha cambiado mucho. Después de ir a ver Footprits
y 100 metros, la película gracias a la que hablé públicamente sobre mi
tartamudez, cada vez soy más asiduo a las pantallas gigantes.
Acabo de
salir de ver La llamada, y nada más salir me he puesto a escribir en el
móvil todo lo que se me ocurría; mis pensamientos, mis sensaciones, lo que me
ha producido cada personaje, lo que no, lo que me ha faltado o he echado en
falta, lo que me ha sobrepasado… todo. No soy crítico de cine, ni mucho menos,
pero me ilusiona hablar sobre la peli. Voy a intentar dar mi propia opinión
sobre la misma, sin la intención de condicionaros, con el objetivo de que la
veáis y opinéis vosotros mismos.
Por eso
mismo y antes de que las siguientes líneas os puedan llegar más menos, os dejo
el trailer para que decidáis si me seguís leyendo o no.
Y tras esto
supongo que ya habréis decidido si me vais a leer o no, así que si estáis
leyendo esto es que la respuesta es afirmativa.
A lo largo
de los 141 programas, artículos, entrevistas, análisis… en definitiva… TEVDAs
que llevamos he repetido más de una vez mi condición de católico, y si Macarena
García (María en la peli) dice que si ella creyera en algún Dios estaría segura
que la película le gustaría, yo no voy a decir lo contrario.
Como
espectador las casi dos horas que dura el largometraje se te pasan volando, sin
darte cuenta y antes de que te dé tiempo a parpadear te sorprenden los títulos
de crédito mientras suena la banda sonora de la peli. Es amena, divertida,
profunda, valiente, arriesgada… es magnífica.
Personalmente
pienso que te ayuda a conocerte más a ti mismo, y es un mensaje que te anima a
decir “échale un par” y ya veremos qué es lo que pasa. “Lo hacemos y ya vemos”
que repiten Macarena García y Anna Castillo una y otra vez.
Los jóvenes,
normalmente, nos comemos mucho la cabeza, dudamos y yo creo que no puede ser
muy bueno. Os he repetido mil veces que yo soy muy de deliberar conmigo mismo,
pero que a la hora de escribir, me encanta tener el papel en blanco. Muy pocas
veces me he hecho un guión antes de ponerme a escribir, dos o tres veces que
recuerde, pero al final no he hecho ni mirarlo. El máximo de líneas que tengo
para escribir se me van sin darme cuenta y al final acabo contando todo aquello
que no tenía en mente decir, pero que quizás era lo importante. Como en este
caso.
Como os he
dicho al principio, nada más salir del cine, he escrito en el móvil todo lo que
en ese momento se me ha venido a la cabeza, en un principio sin llegar a pensar
si me iba a dar para escribir un artículo o no, ya que jamás voy a cine con esa
intención. No es mi trabajo y si decido ir a ver una peli a la gran pantalla,
es por gusto, por disfrute, por practicar una afición que hacía mucho que no
practicaba y había dejado de lado.
Muchas
veces, la excusa de ir al cine es la de comer palomitas, pero ahora mismo es
algo que no me creo. El 90% de la gente tiene en casa microondas donde meter
unas palomitas, una televisión donde ver una película cualquiera que te eche el
Multicine de Antena 3 a las cuatro de
la tarde, y unas persianas para ver la película totalmente a oscuras.
Pero
entonces… ¿por qué decidimos ir al cine? ¿Por qué no nos quedamos en casa? Por
la imagen, por el sonido, por la calidad, por apoyar la cultura (a pesar de que
nos crujan con el IVA), por el disfrute; porque no es lo mismo. Por la peli,
porque hay películas que merecen y mucho la pena (o la alegría en este caso), y
esta es una de ellas.
Jamás diré
que soy más cinéfilo que “seriéfilo”, de hecho la primera vez que vi un trabajo
de Macarena García fue en la tele, en B&b, de boca en boca, sí la
serie que Telecinco estuvo anunciando como “próximamente” un año entero y de
Anna Castillo podría decir tres cuartos de lo mismo. Había oído hablar de ella,
pero hasta que no la vi como Susana (Vargas, en este caso), en Estoy vivo,
no le puse cara.
Lo admito,
he tardado mucho en ir al cine, y he tardado también bastante en publicar este
artículo. Antes he dicho lo del móvil, y a decir verdad todavía no lo he
mirado. No me ha hecho falta. Las cosas que te llegan no hace falta
escribirlas, porque se te quedan grabadas a fuego en el corazón para siempre y
porque aunque pueda pasar mucho tiempo y la llorera que lleve encima sea
importante, la nostalgia se hace eco de todo ello y las lágrimas inundas las
pupilas de recuerdos que la retina mantiene intactos.
Hablo de La
llamada, de cosas personales que no explico, pero que gracias a la película
las vuelves a traer a la mente, porque en definitiva, la peli te ayuda a todo
eso.
Yo creo en
Dios, os lo he dicho antes y os lo repito ahora, pero la religión solo es un
contexto para ambientar, y muy bien, el mensaje que se nos quiere transmitir.
Te puede llegar que el personaje al que le da vida García se sienta llamado por
“Dios, ¿nuestro señor?” como le dice Castillo dando voz a Susana (Romero en
este otro caso), pero es tan bello ver como al igual que una siente la llamada
de Dios, otra (Sor Milagros a la que interpreta una magnífica Belén Cuesta)
siente totalmente lo contrario y cuelga los hábitos por sentir la atracción por
el personaje de Anna Castillo.
Todos nos
movemos por impulsos, y la película te anima a ello, siempre. A ser uno mismo,
a buscar lo que te gusta de verdad, a ir
a por ello, pero siempre a tu manera. En
este caso a mí me ha animado a escribir esto, sin pensarlo, sin dudar, sin
planteármelo dos veces, quizás ni siquiera una sola vez, porque al escribir uno
también se mueve por impulsos.
Gracias
Maca, gracias Anna, gracias Belén, gracias Gracia- valga la redundancia-,
gracias Javis. Gracias por darnos este empujón, este soplo de aire fresco y ese
aliento que nos faltaba animándonos a dar el paso- sea el que sea, ya sabéis
que no soy de coartar a nadie-, a tener la oportunidad de reconciliarnos con la
vida; en pocas palabras, a ser más feliz. Gracias de todo corazón.
La semana
que viene más, os espero, ya que como os digo cada viernes, esto sin vosotros
al otro lado carecería de sentido y no sería posible.
¡Feliz fin de semana familia! Gabon.
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