Siempre nos quedará Roma (XI)


Es la tercera entrega que escribo en el mismo día, y es que al igual que he estado nueve meses sin escribir nada sobre estos especiales desde la capital de Italia, ahora me entra la “venada” e igual escribo alguno más. Para seros sincero os diré que todos estos especiales los he escrito desde el pueblo- no hace falta hacer publicidad del mío (bastante bombo le doy yo ya), jajaja- y este exactamente lo estoy haciendo mientras mis aitas ven en la tele la misa de la Vigila Pascual, así que ya veis que día es para mi, Sábado Santo.

 
Pero vamos a dejar a un lado esta entradilla (que cada vez las hago más largas), ya que ya ha quedado claro que el pueblo me inspira, que veo que me enrollo como las persianas. y precisamente eso es lo que les decía yo a María Gárate y a Cristina Alegre tras el rato que se quedaban hablando en una esquina tras unas reuniones que teníamos “hasta que el semáforo se pusiera en verde” que me decía la primera, porque volvíamos juntos para casa. Y se ponía en verde, pero hasta la décima vez que se ponía en verde no nos despedíamos. Y los temas de los que hablaban las amigas eran muy jugosos (por aquel entonces), ya veremos si alguna vez tenemos la ocasión (y el permiso, sobre todo esto) de contarlo o no.

Jamás pensé que en estos especiales nombraría a mas gente de Carcastillo (Fratxo Pérez fue el primero), y la cuestión es que hoy seguramente aparezca esa segunda persona. Hablo de Idoia Barriendo, que ¿por qué? pues porque resulta que ella también estuvo en el mismo campo de trabajo de Roma unos cuantos años antes que yo y porque aquel segundo año aún había gente italiana que se acordaba de ella.

Pero en la última entrega me despedía dejando en el aire cual había sido el problemilla entre Manu y Leti, asique a eso que nos vamos. En realidad es una chorrada, y es que yo pensaba que Leti había ido en el hotel de Madrid a pedirle a Manu un cepillo porque en su lujosa habitación de matrimonio (compartida con María Romero- no sería la única noche que compartirían cama-) no había y resulta que no se si Manu le contesto no de muy buenas maneras o no sé qué que yo creo que Leti se volvió para la habitación disgustada. Pero estos días me han dicho que no pasó nada de eso, así que contaremos lo de aquella vez que pasó en Roma en la que Leti se enfadó con Manu- esta vez sí- por haberle mandado este último barrer las escaleras… En fin… Cuanto “Recismo” (incluso a la inversa)...

Y si sois un poquito espabilados, tras leer el párrafo anterior, ya podréis intuir en la cama de quién pasé una de las noches en Roma ¿o no? Depende de lo espabilados que seáis. A eso iremos luego ya que ahora toca volver al momento en el que el que nos juntamos todos otra vez.

No habíamos llegado a la casa ni hacía cinco minutos cuando ya tuve que salir a recibir a los que llegaban. Abrazos como no los había habido hasta entonces con Leti (y supongo que con María); dos besos para tita Ana y algún que otro chascarrillo con Koldo. Hasta aquí conocía a todos, después también apretón de manos a Manuel (¿quién se iba a imaginar que fuera a venir un negro? Jajajaja, porque sí, era negro)- por aquel entonces todo eran formalismos- y dos besos para María Fernanda con un “encantado” (quedaos con este encantado).

Aquella segunda noche (que parece ser que también la pasamos en la casa del primer año), a Romero, Leti y Fernanda las metieron en la “suit”- que suerte…-, aquella noche Leti fue atacada por las pulgas (ya eramos dos) y decidieron dormir las tres juntas en dos camas todo apechugadas con una persona- Fernanda- a la cual Romero y Leti no conocían de nada. Os mentiría si os dijera que me acuerdo a la hora en la que nos levantamos aquel primer día para ellos allá (el segundo para mi), pero lo que sé con toda la certeza del mundo es que a la mañana siguiente desayunamos en la cocina de la casa de Carlo.

¿El qué? Ni idea tampoco, pero porque no es lo importante. Una chica de allá- a ver si alguien me refresca la memoria (tras cuatro años me sé el nombre de Pamela y pocos más)- le preguntó a Koldo por una chica rubia, de pelo rizado que había estado por allá hace algún año. Que qué tal le iba porque ella se acordaba de la carcastilleja. Koldo se giró hacía mi, y me dijo “¡tú la conocerás! de Carcastillo era”. Así que después de poner cara de poker, me puse a pensar en una rubia con pelo rizado. Pero no caía así que me enseñaron una de las fotos de las que tenían en la pared en las que aparecía y entonces dije ¡pero si es la hermana de Álvaro! Cuando le dije Idoia, si que se acordó de su nombre, pero qué le iba a contar yo, sino había tratado nunca con ella más que algún “hasta luego” cuando nos juntábamos por la uni… Así que eso.

Lo que sí que os digo es que me hizo mucha gracia que una chica de Carcastillo hubiera estado por allá antes que yo. Me dio saludos para ella, y supongo que si estás leyendo esto Idoia los saludos te habrán acabado de llegar. Cuatro o cinco años tarde, vale, pero ahí los tienes.

Y así, encantado (- en cursiva- ahora entendéis por qué os he pedido antes que os quedarais con aquel, ¿no?), me encontraría yo durante esas dos semanas que no habían hecho más que empezar. Las cosas iban a distar mucho del primer año, y a pesar de que nos conociéramos en la Casa Padre Arrupe (la que tenía el campo de hierba artificial al lado), lo primero que iba a cambiar era el alojamiento. No sé si a mejor o a peor, pero la cuestión es que cambiamos de alojamiento. A la “parroquia” que llamábamos nosotros, que no sé yo si era parroquia o no. Una casa gigantesca con cocina- comedor gigantesco también-, con una sala bastante grande y con habitaciones en literas para 10-15 personas cada una.

Pegado a esta casa, también había una especie de auditorio (dentro del recinto de la parroquia, porque el patio, campo de cemento con vestuarios incluidos no se podía decir que fuera pequeño) y un día recuerdo que hubo un concierto y todo. La gente súper bien arreglada, y nosotros- los pelau´s de turno- con pantaloneta, camiseta con publicidad del Eroski o del Carrefour y con chancletas. Menos mal que entramos cuando se estaba ya acabando y no dimos mucho el cante.

Y hablando de cantar- aunque hoy ya no nos dé tiempo- y de acabar, echamos el cierre por hoy con un montón de cosas más por contaros. Gracias como siempre por estar ahí porque esto sin ustedes carecería de sentido y no sería posible. Volvemos el viernes que viene, aunque eso sí, ya veremos si con una nueva entrega desde Roma o con otro tema; no vaticino nada.

¡Feliz fin de semana amigos!

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