Siempre nos quedará Roma (X)


Décima entrega ya de estos especiales desde Roma, el segundo de esta temporada y el tercero de la segunda vez en la Ciudad Eterna. Queridos lectores, como digo es la entrega número 10, y menuda entrega… Hace 21 días dejaba en el aire- con un final de programa en todo lo alto- en la cama de quién había dormido una de las noches en Roma y os daba tres opciones de las cuales solo una era certera: Leti, María o María Fernanda. Hoy, de verdad espero que me de tiempo a contarlo, pero vamos a seguir un orden cronológico para que la historia tenga un poco más de sentido.

Hablando de dormir, os tengo que confesar que el primer año- lo del orden cronológico no me lo creo ni yo-, lo peor de la primera noche fue oír el “chacachá del tren”, y no hablo de la canción. Estábamos tan poco acostumbrados que la primera noche del 2012 fue tremenda; solo oíamos trenes pasar y pasar porque la casa estaba entre vías de tren. Y quizás los escuchamos por ser el primer día o porque ya no volvieron a pasar más, pero a partir de la segunda noche no se escuchó ninguno. El segundo año la cosa cambió y acostumbrados ya del año pasado no escuché ninguno. Y menos mal, porque aunque mi charla con Dzemila no fuera fluida, nos entendimos para que me dijera que al día siguiente (que ya era, porque pasaban más 30 minutos de la medianoche) me llamarían a las 07,00h de la mañana. Resulta que ese año no íbamos a estar en esa casa (excepto aquella primera noche) y que habría que llevar alimentos y demás a la casa en donde nos alojaríamos al final.

Total, que madrugando nos fuimos a la parroquia y allí que anduvimos Carlo, Dzmelia y un servidor bajando cajas a la parroquia. Estaba en un subsuelo, donde había que bajar por lo menos 20 escaleras cada viaje, y claro si eran 20 para bajar, eran otras 20 para subir. Fue mortal, venga cajas para abajo (llenas) y para arriba (vacías). La camioneta azul que teníamos iba llena, y en teoría tendríamos que haberlo hecho entre los que se quedaron en Madrid más nosotros tres, pero por culpa de Iberia no fue así. En fin… Cuando estábamos acabando Koldo llamó a Dzmelia diciendo que ya estaban en el aeropuerto, así que bajamos las últimas cajas, colocamos todo en su sitio y volvimos a la casa que era a la que iban a llegar ellos, donde yo había dormido la primera noche. Sé que para muchos parece obvió, pero como también hay gente que no estuvo hay que dar más datos. De la llamada parroquia a la Casa Padre Arrupe no habría ni dos kilómetros (calculo yo) a pesar de que las caminatas de un sitio a otro dieran para mucho. Ya os contaré historias… Jajajaja. Aquella vez, eso sí, volvimos en la camioneta.

Y antes de contar el reencuentro con Leti, María, tita Ana y Koldo, y el primer contacto con Rosalía, María Fernanda y Manuel tenemos que volver atrás en el tiempo. Tenemos que volver a aquella escena donde María (Romero) ponía en peligro a todo el avión por estar hablando conmigo mientras su aterrizaje, a la vez que se cerraban las puertas del avión en el que estaba yo con destino a Roma. Según cuentan, salieron de los primeros de su avión, iban corriendo de terminal en terminal, casi sin tiempo de coger el equipaje de mano que llevaban para llegar a tiempo a la puerta H, pero no fue así. Por culpa de Iberia- por el retraso de su avión- habían llegado tarde a Barajas y mi avión ya estaba destino de tierras italianas. No me enteré hasta que llegué allá, porque no fui tan kamikaze como Romero (diremos a partir de ahora, para diferenciar entre Fernanda y ella) al tener el móvil encendido en pleno aterrizaje; yo decidí apagarlo al despegar. Por eso cuando aterricé me llegaron 20 mensajes de Romero y otros tantos de Koldo.

A partir de ahora voy a contar las cosas según me las han descrito, y esto no lo sé con certeza ya que no estaba ahí. Solo recordaros que lo que me dispongo a contar ahora, ocurrió al mismo tiempo que lo que os narré hace unos viernes.
María Romero, María Fernanda, tita Ana, Koldo, Rosalía y Manuel en Madrid.

Viendo que no habían llegado a tiempo por culpa de Iberia, Koldo debió montar un pollo- ¿o se escribe “poyo”?- importante en el mostrador de la compañía española, y como les correspondía haber cogido ese mismo día el avión en el que me monté yo, los tuvieron que alojar en un hotel de Madrid. En el Alameda, uno con muchas estrellas; de esos de bufet libre. La foto que veis al lado de estas líneas- y habéis visto en portada- corresponde a la cena que tuvo lugar aquella noche en uno de los lujosos hoteles de la capital de España. Podría haber puesto una de las nuestras descargando cajas, que yo creo que alguna hay, pero la mayoría de los protagonistas estaban en Madrid, así que por vosotros- la instantánea cortesía de Leti-.

Entre las anécdotas más divertidas de aquella noche podríamos subrayar la de la mujer que tenía locos a los botones del hotel porque no sabía como funcionaba el ascensor, de la broma telefónica que gastaron Romero y Leti haciéndose pasar por vendedoras de Telepizza, o de la nota que me escribieron ambas y me entregaron después y la cual llevo guardada en la cartera desde ese momento. El mensaje decía lo siguiente: “Hola. Nos encontramos en Alameda. Joseju en Roma. Alone. Ahora vamos en tu busca amigo (¿¿y donde está lo de “amego”?? ¿¿aún no había florecido??). Nosotras no te dejaremos solo, tranquilo!!!. Gracias. Acabo de caer también, por cierto, en el nombre del hotel “El Calavera”. Muy apropiado para aquella noche. Jajajaja. Otro de los chascarrillos fue el problemilla, la disputa, llamémoslo X que tuvieron Manuel y Leti aquella noche.

¿Lo cuento o dejo también el programa de hoy en todo lo alto para que en la próxima entrega ya tenga dos cosas interesantes que contar y así lo leáis con todo el interés del mundo?

Hoy puede que os haya decepcionado un poco por no contar en la cama de quien pasé una noche, pero yo creo que hoy también vamos a terminar con las incógnitas de qué rocecillos tuvieron el señor Owono y la señorita Lafuente aquella noche. Prometo que el próximo viernes en el que hable de Roma os cuento al menos una de las dos cosas si no las dos.

Llegamos al final. Uno más, uno menos. Gracias, como siempre, por estar al otro lado porque como saben, son ustedes- y vosotros- los que le dan- y dais- sentido a que sigamos recordando historias tan desternillantes como estas. Si no estuvierais ahí, sería imposible.

¡Feliz fin de semana queridos! Nos vamos leyendo.

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