Siempre nos quedará Roma (I)
Acabo
de salir del funeral del abuelo de una amiga, y si os digo la verdad
en los últimos compases de la eucaristía hasta he llorado de la
emoción. Y si a eso le sumas que estoy viendo las fotos de cuando
unos desconocidos- por aquel entonces- fuimos a Roma, el cóctel es
explosivo. La llorera que llevo encima es importante. La nostalgia se
hace eco de los recuerdos, a la vez que las lágrimas inundas mis
pupilas de recuerdos que la retina mantiene intactos. Lloro, pero no
solo de pena, también de alegría, porque estar viendo esas fotos
mientras escribo estas líneas- aunque parezca mentira, soy hombre y
puedo hacer dos cosas a la vez- es muy emotivo.
Han
pasado ya la friolera de cuatro años desde ese momento en el que
acabé la selectividad- aún sin saber las notas ni nada- y fui para
San Raimundo porque teníamos la reunión de antes de irnos a la
llamada Ciudad Eterna. Yo tenía el corazón en un puño tras haber
realizado el examen de Literatura Universal. Me acuerdo la envidia
que le di a Amaia Sarasa, porque ella tendría que hacer la prueba de
acceso a la universidad al año siguiente.
Pero
como se puede comprobar, todo llega y todo pasa… Miradme a mi,
maestro; quién me iba a decir que estos cuatro años de universidad
se iban a pasar tan rápido… Y ahora puede que os de cierto reparo-
o respeto- hacer el TFG, pero os voy a decir una cosa; en especial a
Amaia (que ya se lo he dicho en persona) y a Marta Ciaúrriz que lo
van a tener que hacer este año y están estudiando Magisterio. No es
para tanto. La selectividad es peor, así que podéis estar
tranquilas. Si tenéis la oportunidad de elegir el tema del TFG- como
la tuve yo- y si lo hacéis poco a poco siendo constantes, no os vais
a dar ni cuenta, os lo digo de verdad.
Estaba
hablando de aquella reunión donde casi nadie nos conocíamos. María
Romero estaba sola ante el abismo, ya que Marta Tapia se había
quedado en la Ciudad del Cidacos, y era la única forastera, y lo
peor, tenía que hablar en público de su experiencia, ya que había
estado el año anterior. Si digo que me acuerdo que estaban Leti
Lafuente y Marta (Ciaúrriz) os mentiría así que confirmaremos sólo
la presencia de Amaia, que no la conocía más que de hacer juntos la
confirmación, pero daba confianza. Leti y Ciaúrriz se conocían, y
Jeanpi y Christian (de Sarriguren)- que me quiere sonar que también
estaban- también, asique cada oveja tenía a su “pareja” excepto
la Mery. David, Daniella... ¿vosotros estabais? No me acuerdo. La
ausencia más sonada fue la de la arguedana Cristina Alegre, que al
final- aunque parezca que no- se la echó de menos.
Me
dispongo a contar unos de los mejores 15 días de mi vida. Aún no
sabíamos todo lo que nos iba a pasar, y en teoría íbamos a dar.
Está claro que siempre pasa lo mismo… A todos los lados a los que
vas, recibes mucho más de lo que das, y como decía María hace
algún tiempo “sino se vive no se llega a comprender del todo”.
No tiene nada que ver que estéis leyendo esto sin haber vivido nada
parecido, o habiéndolo vivido como lo sentirán todas las personas a
las que he nombrado con anterioridad. No tiene nada que ver. Y cuando
digo nada es nada, no os imagináis la experiencia, una de las más
importantes de mi vida sin duda alguna.
Y
es que… ¿quién nos lo iba a decir? ¿quién nos iba a decir que
haríamos una piña tan fuerte, que hasta Koldo mismo se sorprendería
de lo unidos que estábamos?. Quizá(s), no desde el principio, pero
si hasta el final. Porque no sólo hemos vivido grades momentos en la
capital italiana. La mayoría fueron allá, pero aquí también lo
hemos pasado bastante bien; eso sí, nada es equiparable.
Eran
finales de junio, 20- 21, no más. Yo me iba a perder las juventudes
de Carcastillo y María y Tapia iban a hacer lo propio (por segundo
año consecutivo) con las de Tafalla. No parecía muy razonable todo
aquello, pero en fin… A la aventura que nos fuimos. Las tafallesas,
como he dicho, por segunda vez, y Koldo y Ecay por enésima vez; pero
para todos los demás era la primera. Allá que nos juntamos todos en
el Aeropuerto de Noáin con maletas a cual más grandes y con la
chaquetica o el jersey en el brazo, no fuera a refrescar en Roma.
Primera vez que veía a Tapia y probablemente a Angelda y a Daniela.
Lo primero fue lo de los nombres, que tras localizar a dos Martas, y
decidir que me llamarían “Joseju”,- hasta entonces nunca me
habían llamado así-, lo primero de lo que nos dimos cuenta los
pamploneses es que Cristina Alegre se retrasaba más de la cuenta.
Resulta que al final no iba a venir. No sabes lo que te perdiste
amiga…
De
Pamplona a Madrid y de Madrid a Roma. No hacía falta cambiar el
reloj de hora. Las agujas debían marcar la misma hora aquí y en
Italia, pero el sol duraba una hora menos por la tarde. Pronto nos
íbamos a dar cuenta de que la chaqueta sobraba. Una medía de 5 o
6ºC más que en la capital navarra y una humedad que no se notaba,
ni cuando mojábamos el suelo con la manguera del llamado “Aver
Drom”. Ahí desayunábamos cada mañana, y ahí dormían David y
Jeanpi con diferentes críos. Los demás lo hacíamos en la casa, a
unos 100 metros, en habitaciones de a dos. Christian dormía en la
misma habitación que servidor- con la simple diferencia de las
pulgas en tu cama Chris, pero bueno…- y si no recuerdo mal Leti lo
hacía en “la suite”. ¿O eran Ciaurriz y Dani? Lo que está
claro es que Tapia, María y Amaia dormían en dos habitaciones tan
solo separadas por el baño que estaba en medio, y que tras bajar una
escalera de caracol- rebautizada como “p*** escalera...” (y esto
lo entienden Chris y pocos más)- como la de los áticos de La que
se avecina, nosotros dormíamos en el piso de abajo.
Y
los Tras el valles, breves y cortos son dos veces buenos. La
próxima semana os sigo contando, que esto no acaba más que empezar
y aún nos queda mucha tela que cortar. ¡No os imagináis cuanta!
Como
siempre, gracias por estar ahí porque esto sin ustedes- y sobre todo
“sin vosotros”- no hubiera sido posible y hubiera carecido de
sentido.
¡Feliz
fin de semana familia!
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