Las consecuencias del Colonialismo
Ahora que parece que la llamada "crisis de los refugiados" se ha apagado, sobre todo por los últimos ataques que Europa ha sufrido por parte de los terroristas que (no lo olvidemos) responden a las ofensivas que previamente han venido sufriendo en sus países (principalmente árabes) los terroristas, ahora que parece que los inmigrantes que, desde hace tiempo, venían (y siguen viniendo) desde los países subsaharianos hacia España o Italia ya no son importantes (nunca lo han sido), ahora que parece que hay inmigrantes de primera e inmigrantes de segunda, ahora que parece que sólo existe París, ahora que parece que Europa ya no mira a aquellos que piden un lugar de acogida, ahora que...he decidido compartir con vosotros una reflexión personal, apoyada sobre un texto que leí en el diario El Mundo.
“Europa
tendrá que reafirmar su pleno compromiso de proporcionar medios para la
supervivencia digna de los refugiados, a quienes debe garantizárseles su seguridad,
pero también les debe quedar claro que tienen que aceptar el lugar de
residencia que les asignen las autoridades europeas, además de respetar las
leyes y normas sociales de los estados europeos”. Ésta es, sin duda
alguna, la tesis que defiende Slavoj Zizek, autor del texto 'La inexistencia de Noruega', y punto de apoyo
(que diría Arquímedes) que le sirve para remover las conciencias del mundo.
A partir de aquí, el filósofo
esloveno presenta las diferentes posturas que defienden en Europa tanto los
liberales de la izquierda como los populistas anti-inmigrantes en la llamada
“crisis de los refugiados”. Mientras que a los primeros les tilda de
“hipócritas” por su defensa a ultranza de una apertura de las fronteras
europeas aún siendo sabedores de que “eso nunca va a pasar porque
instantáneamente daría lugar en Europa a una revuelta populista”, de los
segundos dice que “saben muy bien que […] los africanos no conseguirán cambiar
sus sociedades […] porque los europeos occidentales estamos impidiéndoselo”.
Pero no sólo acusa a Europa de la dramática situación que está viviendo el
continente africano, sino que señala a Estados Unidos, Rusia o China como
culpables de varias (por no decir casi todas) de las guerras y conflictos que
han estallado en Oriente Próximo.
Otro de los aspectos importantes
que señala el crítico cultural, es el hecho de que hayan sido algunos de los
países menos ricos de Asia Occidental (como Turquía o Irán) los que han
mostrado más sensibilidad con los refugiados que los países más ricos (véase
Arabia Saudí, Kuwait o Qatar), quienes se niegan categóricamente a acoger a
ninguno de los ciudadanos sirios que están pidiendo asilo, a pesar de que sus
culturas son mucho más afines que las de los países europeos. Sobre estos
países mejor posicionados económicamente, dice Zizek que la comunidad
internacional “debería ejercer una presión máxima para que […] acepten un gran
número de refugiados”, pues también son responsables de la situación en Siria.
Eso sí, al tratar sobre los sueños
y anhelos de muchos de los refugiados, el sociólogo habla de “exigencias
imposibles”, refiriéndose a aquellos que se creen en el derecho de elegir país
de acogida y de imponer sus condiciones, su cultura, su religión; en
definitiva, su forma de vida. A éstos, Zizek les dice que merecen ser acogidos
y protegidos, pero que habrán de respetar las leyes europeas.
Por último, como defensor del
marxismo, Slavoj Zizek critica el capitalismo como gran causante de esta crisis
y apunta a un cambio económico radical y una posible reinvención del comunismo
como una de las soluciones.
No sé yo si el comunismo sería la solución a este drama humano, pero, que
la crisis de los refugiados no deja indiferente a nadie queda bastante patente
a través de las numerosas y dispares noticias que recibimos a través de los
diferentes medios de comunicación. Los hay que se muestran completamente a
favor de acoger y auxiliar a todos aquellos que lo necesiten, pero, igualmente,
no son pocas las voces críticas que se oponen radicalmente a recibir y ayudar a
todas esas personas que se han visto obligadas a abandonar sus hogares con lo
puesto y marchar buscando un futuro sin guerras. Eso sí, a la hora de
informarse, siempre resulta interesante (y esclarecedor) consultar más de una
fuente, por aquello de las diferentes ideologías de unos y de otros.
En
este contexto, Slavoj Zizek, filósofo y crítico cultural, señala la indignación
manifiesta de los liberales de izquierdas ante la falta de solidaridad de los
países europeos, a quienes les exigen abrir sus fronteras, así como la férrea
oposición de los populistas anti-inmigrantes, quienes abogan por cerrar el paso
a los caminantes y dejar que África resuelva sus propios problemas, protegiendo
así el estilo de vida europeo. Señala, además, la hipocresía de aquellos que
están a favor del no, pues dice que saben perfectamente que los africanos no
lograrán cambiar sus sociedades, porque así se lo están impidiendo los
occidentales. En este aspecto, no puedo sino estar de acuerdo con el sociólogo
esloveno, quien señala las diferentes guerras provocadas por Europa y EEUU y
que han sumido a varios países africanos en el más absoluto de los caos.
Me
decía hace un par de días el párroco de Sarriguren, que todo esto viene
provocado por las ambiciones de las grandes potencias mundiales. Me hizo ver
que los países africanos vivían bastante tranquilos con las dictaduras que
tenían. Yo me alarmé ante semejantes palabras; pero, ojo, en ningún caso se
mostraba partidario de semejantes regímenes, ni mucho menos defendía las
autarquías como foma de gobierno. Javier, que así se llama el sacedote en
cuestión, apuntaba que antes de que los norteamericanos y poderosos países
europeos invadiesen África, los países de este continente se encontraban bajo
una dictadura, sí, pero controlada. Repito, nunca se posicionó a favor del
absolutismo, pero ponía una reflexión sobre la mesa: si no eres capaz de
proponer algo o alguien que sea una alternativa real y vaya a mejorar lo que ya
existe, mejor dejar lo que ya hay. Derribar al dictador para erigir la guerra
civil y el caos es condenar al país a un largo período de incertidumbre y
oscuridad. Yo no lo veía así, pero este argumento apunta en la misma línea que
critica Zizek, quien admite que fue el ataque norteamericano sobre Irak lo que
permitió que emergiera el Estado Islámico, que fue la intervención europea la
que transformó Libia en un drama o que la lucha entre Francia y China por
controlar la República Centroafricana fue la causante de una guerra civil en dicho
país.
En la
línea argumental antes apuntada, Hubert Sauber, director de 'La Pesadilla de
Darwin', habla de la muerte por inanición, de los hijos reclutados para la
milicia y de las hijas obligadas a ser esclavas o ejercer la prostitución en
aquellos países en donde se encuentran materias primas, como los diamantes en
Sierra Leona, el petróleo en Libia, Nigeria o Angola, o los valiosísimos
recursos naturales con los que cuenta Congo. Habría que remontarse, según Óscar
Mateos, licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Autónoma de
Barcelona, hasta la época del colonialismo y la independencia para explicar los
orígenes de muchos de los conflictos existentes hoy en día.
Según
Mateos (ÁFRICA, EL CONTINENTE MALTRATADO. Guerra, expolio e intervención
internacional en el África negra, 2005), pese a que el desarrollo de corrientes
antiesclavistas de principios del siglo XIX serían la mecha de los procesos
independentistas de las décadas venideras, Europa siguió viendo a África como
parte del remedio para intentar hacer frente a las independencias del
continente americano, la crisis provocada por la revolución industrial o las
fuertes rivalidades políticas y militares de la Europa de mitad del XIX. Así,
pese a que las primeras independencias no llegarían hasta mediados del siglo
XX, los países imperialistas se negaban a abandonar totalmente las colonias, en
las cuales aspiraban a hacerse con el control administrativo.
Dice
un proverbio ugandés, que “Cuando dos elefantes luchan, es la hierba la que
sufre”; y esto quedó patente durante la época de la Guerra Fría, en donde EEUU
y la Unión Soviética se disputaron la hegemonía del orden establecido tras la
Segunda Guerra Mundial utilizando, dramáticamente, a los africanos como actores
y títeres involuntarios de una guerra que no era la suya.
Pese
a todo, el final de la Guerra Fría trajo consigo la independencia pacífica y
entrada de la democracia en más de una treintena de países, pero, también,
significó el fracaso de la consolidación del estado poscolonial. Uno de los
importantes factores que señala dicho fracaso es la continuidad que prefirieron
dar los líderes de la independencia a las estructuras político-administrativas
y económicas que el colonialismo había impuesto, en lugar de favorecer lo
autóctono, dividiendo en dos o más países a una misma comunidad etnocultural y
propiciando algunos movimientos secesionistas. Existía, además, una importante
dependencia externa; los líderes africanos buscaban en la ayuda internacional
otras fuentes de recursos para poder mantener los privilegios de una economía
cada vez más debilitada. Por otro lado, los Planes de Ajuste Temporal llevados
a cabo por organismos financieros internacionales (como el Fondo Monetario
Internacional o el Banco Mundial) y el final de los contratos de mantenimiento
de la Guerra Fría sumieron a muchos países africanos en el caos provocado por los numeros y constantes conflictos
armados. Unos conflictos que, en varios de esos países, continúan activos a día
de hoy.
Por
todo ello, se entiende, pues, que Zizek inste a recordar que la mayoría de los
refugiados procede de intentos de estados, estados que han fracasado debido a
la inoperancia de sus gobernantes, quienes, según el psicoanalista, están
sufriendo las consecuencias de la economía y política internacionales. Además,
apunta, estos estados fracasados suponen una forma de colonialismo económico
por parte de las grandes potencias occidentales.
Y,
pese a que son varios los expertos que señalan que Europa es la gran causante
de los problemas que los países africanos están sufriendo, Zizek defiende que
debemos olvidar la idea de que querer defender el estilo de vida propio (como,
según el sociólogo, afirman los anti-inmigrantes) es ser racista, pues, de no
hacerlo así, se daría paso al creciente sentimiento anti-inmigrante que se está
dando en algunos países euopeos, como Suecia, con el Partido Demócrata a la
cabeza, República Checa, Hungría (en donde el caso de la reportera que agredió
a una familia causó indignación en todo el mundo), Eslovaquia, Polonia o
Francia, en donde un alcalde ultraderechista encabeza el rechazo a los
refugiados.
Estoy
de acuerdo con Zizek en que no se debe tildar de racistas a aquellos que
quieren encerrarse en sí mismos, en su comodidad, pero creo que no son pocos
los que están confundidos y cuyos prejuicios les impiden juzgar con equidad y
distinguir con claridad, lo cual les lleva a querer esconderse de algo o
alguien que realmente no saben qué o quién es pues, como dice Francisco de
Andrés, periodista del diario ABC, la gran mayoría de los refugiados que llegan
son islámicos, pero no son islamistas, confundiendo la religión con la
corriente radical que justifica la violencia para imponer a todos la ley
musulmana. Y tampoco se hace distinción, dice el redactor, entre el refugiado
político que huye de la guerra y el que cruza en patera el Mediterráneo
acuciado por el hambre.
Debemos
darles la bienvenida a los refugiados, convertirnos en ciudadanos globales.
Pero no lo digo yo, son palabras de Stephen Hawking, suscritas por CEAR
(Comisión Española de Ayuda al Refugiado) y por Amnistía Internacional, y que,
a tenor de lo leído en su columna, bien podría adivinarse un apoyo del propio
Zizek, quien exige a Europa reafirmar su compromiso de proporcionar a los
refugiados una supervivencia digna.
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