"El juego del calamar" (crítica)

 

Al escondite inglés, a la soka tira, a las canicas… quien más y quien menos todos hemos jugado más de una vez a todos estos juegos que este principio de curso se han vuelto a poner de moda. Quizás nunca se fueron, ya que ahora mismo recuerdo que hará unos meses yo jugaba con mis alumnos de 3º de Primaria de Sarriguren en el patio del colegio a eso del “un, dos, tres; al escondite inglés” a pesar de que nosotros lo lleváramos a cabo con el “carabí carabá que miro ya”; el “luz roja, luz verde” actual.

Y como digo, a pesar de que quizás nunca desaparecieran- sobre todo el curso pasado por no poder tener contacto con el resto- este curso se ha unido a todos ellos, uno más: El juego del calamar. El último juego al que juegan como “juego final”- valga la redundancia por tres- los que llegan a ese punto en la serie revelación de la temporada.

Esta tarde, porque ya veis que hoy hemos estrenado el 276º TEVDA a las 19.00h- el próximo viernes también lo haremos a estas horas-, me gustaría hablar sobre la serie koreana que está triunfando en Netflix (el mejor estreno de una serie en toda su historia- vista por 143 000 000 de cuentas en su primer mes-), y donde la plataforma de pago ya está pensando en cómo pueden inventarse una segunda temporada tras el cerrado (medianamente) final de la primera. Aún y todo, antes de ello me gustaría resumir en un párrafo lo ocurrido, días atrás, en un cole de San Sebastían de los Reyes en Madrid.

Una de las profesoras ha dado un toque de atención a los padres, solicitando que no faciliten el visionado de la serie a sus hijos por la “violencia extrema” que han visto estos días durante los recreos. Además, el colegio ha prohibido los disfraces relacionados con la serie de cara a Halloween.

Y ahora ya, pasemos a la serie.

El punto de partida de la misma es muy sencillo: hay personas que deben mucho dinero a otras personas y hay gente poderosa que les da la oportunidad de ganar mucho dinero para poder saldar las deudas jugando a juegos de niños. ¿Quién no se apuntaría en principio? Como en todos los juegos, los que pierden son eliminados, pero aquí viene el quid de la cuestión.

La RAE en el diccionario de la lengua define eliminar en su primera acepción como “quitar, separar algo, prescindir de ello”. Y todas las acepciones son parecidas. Todas excepto la cuarta en la que definen eliminar como “matar, asesinar” y en eso consiste la serie. En ejecutar a todo el mundo que pierda en los juegos que se plantean. Sin clemencia, sin pensarlo dos veces. A bocajarro y a sangre fría. A todos, sin excepciones, sin… Bueno… decir “sin excepciones” sería mucho decir; pero no os quiero revelar el final de la serie donde todo da un giro y, se puede decir que no te puedes fiar de todo lo que oyes sin llegarlo a ver (ahí lo dejo).

Es cierto que la serie ha tenido errores de continuidad como la mujer con el número 61, que episodios después es un hombre; o a la inversa, como le sucede al número 88 que pasará de ser hombre a mujer. Hay datos mal escritos: en una ficha pone que un trabajador fue contratado en 1897 (un periodo irreal), en una de las secuencias en unos papeles se puede leer “Top Scrert” en vez de “Top secret”. Lo de los móviles también es reseñable, ya que uno que en un momento es de alta gama, minutos después, es de una categoría inferior. Y hay más. Pero son erratas que no interrumpen la vertiginosidad, el ritmo y la acción de de la serie.

Volvemos la semana que viene. ¡Recordad, también a las 19.00h!

Muy feliz fin de semana familia. Gracias por estar al otro lado.


Joseju Aranaz (@jjaranaz94)


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