Siempre nos quedará Roma (III)
Acostumbrado
a escribir encima de una mesa, me resulta difícil hacerlo estando
echado en la cama, como estoy ahora, pero dicen que siempre hay una
primera vez para todo. Como para viajar solo, siempre hay una primera
vez. Y no de Villarriba a Villabajo o de Eibar a Donosti, sino de
Pamplona a… Pero creo que me estoy adelantando. Los majos del
segundo año que fui a Roma ya saben que es lo que quiero contar,
pero no adelantemos nada, que aunque no creo que lo cuente hoy todo
llegará.
El
último viernes en el que hablé sobre Roma me quedé contando lo de
las canciones y lo de los chistes, pero también pasábamos grandes
ratos antes de nuestras charlas nocturnas alrededor del fuego.
Dzemilla contaba una historia a los críos en italiano, y Koldo le
iba cortando cada cierto tiempo para que nosotros también nos
enteráramos. Vale que nada es comparable con la historia de los
antílopes que nos contó el señor Owono Obama el segundo año, pero
oye… Entre que las historias eran largas, y que la historia se
escuchaba entrecortada por otra lengua- excepto para Koldo, que la
entendía en ambas lenguas- se perdía el hilo con facilidad, y a
esas horas, pues ya me contaréis…
De
cocinar, excepto algún día especial que lo hizo Dzemilla-
pronúnciese “Yemila”, para los que no hubieran estado con
nosotros-, como aquella paella que nos hizo fuera del Aver Drom a la
vez que nos hacía chorizos, panceta y tal en la parrilla… Cocinaba
Ecay. Y solo cocinaba, porque fregar siempre les tocaba a los mismos,
a los que habían estado de pinches con él. A mi, el día que me
tocó estar entre fogones lo hice junto a Ciaurriz, y la verdad es
que se nos dio bastante bien. Paella que hicimos como plato único y
tortillas de patatas para cenar. Aquellas estaban buenas, no como las
del segundo año que en fin… ¿eh, Let?
Nos
compenetramos bastante bien entre los tres y aunque fuera el día más
caluroso- por eso de estar metidos en una cocina minúscula- fue uno
de los días más relajados, sin tener que cargar a cuestas (cuesta
arriba) nada. Otro día me tocó estar con los críos gitanos, y esa
mañana si que fue la mejor. Aquí me podía tocar con cualquiera de
las de Tafalla y me tocó con Tapia. Que calma, que sosiego… Fue
una de las mejores jornadas dentro de nuestra rutina, y aquello si
que fue un pinta y colorea. Aquella mañana también estuvo por allá
tita Ana, y como era de esperar nos lo pasamos en grande.
Aún
me acuerdo, sin ir más lejos, nuestros nombres pintados con letras
grandes en dos folios diferentes por parte de Marta. Actualmente,
desde una quedada que hicimos en Tafalla ese mismo 2012 no veo a
Tapia, y eso que su abuelo es de Bárasoain, y yo suelo ir con
frecuencia. Ella es Mañú y yo Flamarique, y parece ser que las
familias no se llevaban muy bien. Ahí estábamos nosotros para ser
la excepción que confirmara la regla. Y si a Tapia hace más de
cuatro años que no la veo, que os voy a contar de Ciaurriz… Alguna
vez hemos coincidido en alguna carpa o hará ya dos años en
Sanfermines, pero poco más. Hemos tenido alguna conversación por
WhatsApp, pero para hablar de críos en prácticas o de exámenes
para arriba y para abajo. ¿Donde están esos “Adiooooooos”es de
la Ciudad Eterna? Se os echa de menos.
Y
si lo hemos pasado bien donde “trabajábamos”- excepto cuando
había que cortar el seto, que estar al sol en Roma, es como para
Koldo no beber agua con gas- lo pasábamos mejor en las escapadas que
hacíamos. Ya fueran de turismo a Roma (el primer fin de semana) o a
Asís(si) (el segundo) o cualquier salida que hiciéramos con los
gitanicos donde fuera. Y se me va a permitir que cuente la escapada
al lago, ya que para mi significo mucho que María y servidor
tuviéramos en común a una persona conocida.
Había
que entretenerse, y después de contar hasta dichi en italiano,
después de echar de comer a los peces del lago y después de jugar a
fútbol en los largos y extensos céspedes que había en los
alrededores del parque, María me pregunto de que pueblo era y yo le
dije que de Carcastillo. Ahí estuvimos hablando, que si nos
estábamos perdiendo las juventudes, que si con quien estábamos en
fiestas, que total que le tuve que hablar de Francisco.
“Pues
conozco a Franscisco Pérez, que en realidad se llama Francisco
Javier y que le llaman...” “¿¿Conoces a Frantxoo??” saltó
María como si le fuera la vida en ello. Tenía gracia la cosa, era
un TEK muy en mayúsculas. María conocía a Frantxo; que fino fue
aquello… Frantxo era- y es- una de las personas que mejor conocía
de Carcastillo, y que la Mery lo conociera me hizo tanta gracia…
Era un comienzo, pero ya ateníamos algo en común. Un amigo, un
conocido, un compañero de clase, uno de tu pueblo… llámalo X,
llámalo como quieras, pero Frantxo nos uniría- amigablemente- para
siempre.
Y
remarco lo de “amigablemente” porque también habrá tiempo de
analizar la primera quedada de Sanfermines con pedida de mano,
hincando rodilla y con anillo que brillaba- aunque no fuera ninguna
joya- porque tenía luz propia. No se si tu te acordaras de lo que me
preguntaste esa noche, pero la pregunta fue tan buena… En fin habrá
tiempo para ello Mery.
Y
no me cabe ninguna duda de ello, pero seguro que es próximamente,
porque lo que cuento no da para nada porque me enrollo como las
persianas, y aunque hayan pasado la friolera de cuatro años aún me
acuerdo de muchos detalles. A veces, es posible- no se si me habrá
pasado aún- que mezcle cosas de la primera vez con la segunda, pero
es normal, son muchas emociones juntas y muchos buenos ratos por
compartir.
¿Algo
más? Pues que seáis pacientes, porque la espera de siete días
nunca es corta, pero que por ser vosotros, este próximo martes os
pondré un avance de lo que podremos leer en una o dos semanas.
Gracias,
como siempre, porque como la mayoría de las veces, es un placer
recordar historias tan buenas y tan grandes con vosotros al otro
lado- como quien dice- “de la pantalla”.
¡Toca
descansar; feliz fin de semana!
Comentarios
Publicar un comentario