¿Dónde está Leire Muñoz?

 

            La marquesa está triste, ¿qué tendrá la marquesa?, los suspiros se escapan de su boca de fresa. La marquesa de Griñón, la hija de Isabel Preysler; Tamara Falcó.

            A día de hoy solo Miguel Ángel Revilla, presidente de Cantabria, desconoce que su novio la ha engañado y esta le ha devuelto el anillo de 14 000€ que solo dos días antes (el jueves de la semana pasada) había enseñado en El hormiguero. Ayer la tertulia de actualidad estuvo solamente dedicada a ella a pesar de que la marquesa ya hubiera explicado todo el martes por la tarde en el Sálvame de Jorge Javier Vázquez (Telecinco) gracias a una llamada telefónica de la colaboradora del programa que presenta Pablo Motos en Antena 3.

            La cuestión es que del pobre Íñigo Onieva (el novio) se han reído los periodistas por una carta pública a Tamara Falcó (la que acuñó el concepto sobrecogedor del nanosegundo en el metaverso, sin saber qué significaba según confesó anoche) en la que lamentaba “haberla hecho daño”. ¡Haberla! Yo, sin embargo, reconozco el arrojo y la personalidad que hay que tener para cometer un laísmo tan sangrante cuando vas a emparentarte con Vargas Llosa. ¿Y qué es eso del engagement? ¿Por qué no usamos palabras que entendamos todos? Que no somos Leire Muñoz.

            Otros que lo han dejado, estos tras más de siete años, han sido Risto Mejide y Laura Escanes, pero la noticia no ha tenido tanta repercusión como la de la marquesa.

            Y no me gustaría terminar sin comentar que tras una competición hípica, la infanta Elena se bajó del caballo y se le subieron los humos: mosqueada con una reportera que se había dirigido a ella por su nombre de pila, la primogenitísima se revolvió y le soltó a la reportera un “doña Elena, por favor, ¿vale?” que ha sonado hasta en Abu Dabi. Y sí, vale: cierto es que mientras los demás nos tenemos que ganar el tratamiento, ella lo lleva en la masa de la sangre azul Borbón. Y sí, también es cierto que le ha tenido que resultar difícil pasar de recibir palitos en el lomo a que le pongan palos en las ruedas, del olor de multitudes al tufo de los escándalos del padre y del cuñado, de revistas que la consideraban la quintaesencia de la elegancia (porque no podía serlo de la belleza) a medios de comunicación que cuestionan hasta lo que se gasta en hacerse la trenza. Pero con esa soberbia no se va a ningún sitio, doña. En lugar de bajarse del caballo, tendría que caerse del burro.

            Y el título de hoy va porque soy consciente de que Leire Muñoz hubiera escrito sobre lo mismo pero desde un punto de vista totalmente distinto. Con esa ironía que la caracteriza y que yo he intentado buscar sin conseguirlo, sin ese punto salsero que le pone la amiga, con esa gracia que yo no he logrado este viernes.

            Querida Leire: Ana Rosa hace ya tiempo que volvió a su programa. Ojala que el Que no salga de aquí vuelva. La pelota, y la presión pública, perdóname, están en tu tejado. Esperamos impacientes ese “muy pronto” que dicen las promos en televisión.

            Nosotros volvemos en siete días.

            Gabon familia.

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