En "stand- by(e)"

Siempre volvemos a nuestros orígenes. Todos.

Se me hace muy difícil arrancar esta entrega del TEVDA ya que realmente no sé que deciros. No sé que escribir. No sé que contaros. O más bien no sé cómo hacerlo. Como explicároslo. Como describíroslo. Pero lo voy a intentar.
 
Es increíble lo importante que llegan a ser ciertos maestros y profesores en la vida de los alumnos y es algo que de verdad te llega.
 
Hace ya varias semanas que empecé a trabajar en el Colegio Púbico Alaitz de Barañain como tutor de 6º de Educación Primaria y está siendo una experiencia increíble. Y todo lo que os cuente a través de estas líneas va a ser poco. No es posible describiros todo lo que estoy aprendiendo porque como dicen por ahí “no es lo mismo vivirlo que contarlo”.
En el colegio me llaman así, que no se os haga tan raro. Y sí, es todo un
orgullo ver el nombre de uno mismo a la entrada de tu clase o aula.
 
Es imposible deciros todo lo que mis alumnos me están enseñado, aunque a veces no se den ni cuenta. Posiblemente mucho más de lo que yo les pueda enseñar nunca.
 
Porque les estaré mostrando los pronombres, las divisiones con decimales- que aquí he tenido algún problema que otro, no os voy a engañar- o los ríos del territorio nacional, pero como les dije a ellos, la lección más importante es la que les dí el primer día. Que los conocimientos son importantes, que siempre será mejor tener un 8 que un 6, pero que lo verdaderamente importante es otra cosa. Que sean honestos, leales. Que se comprometan. Que sean íntegros. Que sean buenos. En definitiva; que sean personas. Que las notas son sólo números y que en un colegio deberían ser algo secundario. Y que si de verdad les inculco eso mi tarea como “arquitecto de la vida” habrá tenido sentido.
 
Y digo que volvemos a nuestros orígenes porque jamás me hubiera imaginado haciéndoles a unos preadolescentes un dictado- estilo Edu Serna- y pidiéndoles después algo como “y ahora verbos del uno al 10”. A nosotros fue algo que nos paso en 1º y 2º de la ESO, pero en este momento da igual el curso. ¿Os suena a los que estudiasteis conmigo en Jaso, no?
 
Fue en el Alaitz de Barañain donde tuve la ocasión de ponerme por primera vez en frente de una clase- durante el periodo de mis segundas prácticas- y fue en 2º de Primaria. Tres años después he vuelto “a volver”- valga la redundancia- al mismo colegio y mis alumnos de entonces ya están en 5º. Algunos siguen igual y a otros me ha resultado realmente difícil reconocerlos, pero el cariño que nos guardamos- porque es mutuo- es el mismo.

El último día de prácticas, haciendo unas postales de Navidad, al finalizar la mía les pedí a todos que me la firmaran y tres años después así me han recibido. Con un papel, dándome de nuevo la bienvenida y con las firmas de todos y cada uno de los que me firmaron en su día. Brutal.

Y aún hubiera sido más “heavy” si me hubiera tocado dar clase a ellos, lo hubiéramos pasado taaan bien. Y me gustaría agradecerles a cada uno de ellos todo lo que significaron durante esos tres meses de prácticas en mi vida. Es posible que no me lean, pero fue tan guay…
 
Y dejando a mis alumnos a un lado, hoy me gustaría dar ciertos nombres. Nombres de personas que de verdad es un orgullo que sean parte de mi vida.

Porque poder ser maestro es uno de los mejores premios que uno pudiera desear y no lo digo yo.
 
Lo comentaba el otro día con mi “amega” María Romero- que es el primero de los nombres- y aunque no pudiera mirar sus ojos, sus palabras me trasmitían pura emoción. Puro sentimiento. Pura verdad. Porque si veo a una persona que vaya a ser una maestra 10 esa es María. Porque le entusiasma, le ilusiona, le llena, le apetece más que cualquier otra cosa y porque es puro nervio. Y porque veo que se va a implicar por cada uno de los niños que vaya a tener. De entre todas las personas que conozco,- y lo digo con toda la sinceridad del mundo- me parece que va a ser una de las mejores maestras que cualquier alumno pudiera desear.
 
En segundo lugar, me gustaría también agradecer a Izaskun Juanto, por haber sido mi compañera en las segundas practicas. En el Alaitz estoy en una clase diferente aunque siga recorriendo los mismos pasillos y, a veces a uno se le hace realmente complicado saber que por mucho que busques a Izas no la vas a encontrar una vez cruces la puerta de la biblioteca o vayas a Taberna a por alguna que otra “morronería” de las que nos gustaban. Es difícil no verla. No encontrársela por ahí. Y es que echo de menos hasta nuestras tonterías- que las podéis recordar pinchando aquí- antes de empezar cada jornada.
 
Hablando con ella hace ya unas semanas me comentaba que se alegraba mucho por mí porque consideraba que me lo merecía. ¡Gracias desde aquí!
 
Y también gracias a Amaia Urabayen, a Rakel Mendioroz y a Aitziber Leoz. Por llamarme, por escribirme, por interesarse nada más enterarse de que iba a empezar a trabajar.
 
Hoy en día tener trabajo es algo como para sentirte afortunado, y poder trabajar de lo que realmente te gusta, a pesar de lo que anteriormente te hubieran dicho cierta personas, es algo que no es equiparable a nada. Porque parece que las personas se equivocan y resulta que sí que estoy capacitado para la docencia. Precisamente hoy han hecho un examen de euskera y, a parte de la dificultad del examen, poder decir que la nota más baja ha sido un siete... un 7,3 exactamente… puede significar dos cosas. Una: que mis alumnos son muy listos. Otra: que esto tampoco se me da tan mal y que estoy haciendo las cosas medianamente bien. No lo sé…

Así que desde aquí os digo que no os metáis a Magis porque no sabéis lo que estudiar. Porque ¿cómo les vais a transmitir emociones a los niños a través de algo que no os emociona ni una mínima parte a vosotros mismos? Considero que es fundamental que sepamos trasladar nuestra emoción a la hora de enseñar a todos nuestros niños. Educar es un acto de amor. Es “conducir al corazón”. Porque la sonrisa de un niño que es feliz en la escuela no tiene precio. 
 
Vaya este artículo a los niños y niñas de mi clase. Son ellos, sus nombres, sus miradas, sus manos al escribir, sus posturas al leer, sus caricias y abrazos, su entrar en clase, nuestras miradas cómplices, los tonos de sus palabras y silencios, los que “encarnan”- por decirlo así- y pueden dar testimonio de todo cuanto me gustaría escribir sobre ellos.

Y gracias a los que me han hecho comprender aquello de que “los niños son las únicas personas que deberían ser tratadas de usted” y que “cada persona es alguien único e irrepetible”.
 

PD: ¿Cómo os cuento esto?

Acaba de llegar el momento en el que posiblemente os preguntéis a que viene el título y qué relación tiene con lo que escrito hasta ahora. Os lo digo: muy poca o ninguna.

La cuestión es que para ser lo más honesto posible con vosotros, el trabajo no me deja tiempo para escribir artículos de cierta calidad, por eso que a partir de este momento nos veamos en la necesidad de dejar el TEVDA en “stand- by”.

Lo de “by(e)” del título es solo un juego de palabras a la hora de deciros “adiós”. Sé con total certeza que nos volveremos a leer como tarde- si no hacemos nada por Semana Santa- el último fin de semana de abril y el primer viernes de mayo, pero hasta entonces habrá que esperar.

Lo que más me fastidia es tener que suspender los especiales desde Lationamérica con Laura Antón y desde Brasil con Rakel Mendioroz por falta de tiempo. Lo mejor de dejar esto, es que tendremos la ocasión de hacer algo mucho más guay con ellas, con María Romero y con Amaia González de Echávarri.

Y hasta el momento es todo. Gracias por entenderlo y gracias por haber estado ahí. Lo dicho; nos leemos el próximo 26 abril.

¡Hasta muy pronto familia!


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